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Bucky escuchaba una canción desconocida en la radio. Una mujer con una afinada voz aguda, acompañaba la letra, que podría ser interpretado de diferentes maneras, junto a una melodía suave, pero acelerada en el estribillo. Le pareció acorde al momento. A esa vista donde las nubes grises y el mar se unían en el horizonte. Quizá, formaban un camino con dirección a la oscuridad.

Alguien exclamó a su lado, interrumpiendo sus pensamientos y devolviéndolo a la realidad. Estaba en el auto del padre de Clint, junto a Jacques, Riley, Jim, y Sam, estos dos últimos al parecer estaban en una importante conversación.

—Una fogata no va calentar ni una mierda.

O quizá no.

Jim tenía los ojos fijos en Sam, su usual ceño fruncido, una chalina enredada en el cuello hasta la nariz, y en la cabeza un gorro de lana a juego.

—Ya, pero quizá mañana mejore el clima —respondió Sam— suele ser algo caprichoso en esta zona.

—¿Y ahora me entero? —reclamó Jim, enfadado.

—Joder, Jim, no seas exagerado —intervino Jacques.

—Tú cierra la boca. Fuiste el de la idea —replicó Jim.

—No te obligué. Además, un poco de frío no te va matar. —Jacques puso los ojos en blanco—. El único preocupado aquí debería ser Bucky.

De repente, Bucky creyó tener todas las miradas sobre él, en especial el de Clint, que se había girado desde el copiloto. Sin embargo, su estúpido amigo tenía razón. Estaba un poco preocupado, el clima no era favorable para Steve, incluso si este lo negara hasta la muerte. Por tal, mientras ignoraba preguntas y miradas, Bucky observó el paisaje otra vez, y esta vez, esperó la salida del sol el cual, como un dios, separaría al cielo y al océano.

Media hora después, llegaron al destino, donde Sam había indicado: el último poste de luz en carretera. Al este estaba la playa. Bucky bajó del auto, y vio el auto de Ororo, donde viajaba Natasha, Scott, Gabe y Carol, estacionarse; y más atrás el auto de Daniel Sousa, donde estaban Steve, Carter, Dugan, Moonstar y Sinclair. Al cabo de unos minutos, cuando todos bajaron de los vehículos, vió a Steve. Estaba abrigado, pero quizá no lo suficiente. ¿Por qué uno asociaba siempre la playa con el calor? Publicidad. Hasta él mismo había caído.

Se quitó la casaca que llevaba puesto.

—Oye, Steve. —llamó, y se acercó—. Usa esto.

Steve levantó la mirada hacia él, notándose sorprendido, sin embargo, luego miró a su lado izquierdo. Como si estuviera mirando a alguien más. Bucky se giró sobre su hombro, y solo vio a los otros conversar, mientras acomodaban sus pertenencias.

—No gracias, estoy bien. —Escuchó a Steve responder.

Bucky regresó la vista, y su compañero sonreía, quizá un poco avergonzado. 

—Anda, sin pena —insistió.

—En serio, estoy bien.

—Tu madre me culpará si te resfriás, y con lo bien que le caigo.

Steve bajó la vista y sonrió, pero no se veía contento. Cuando Bucky estaba por preguntar, escuchó a Sam llamar la atención de todos.

—Bien, chicos, tomen todas sus cosas y síganme, la cabaña de mi abuelo esta por allá. —señaló hacia el sur.

Al sur, muy al sur, pensó Bucky.

—¿Está muy lejos? —preguntó Ororo—. No quisiera que roben el auto, mi padre me mataría.

Bucky & SteveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora