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A lo largo de su niñez y adolecencia Peggy había tenido un alto grado de competitividad, pero aquello no había sido el problema, sino el ganar o perder. Solía enfurecerse con todo el mundo cuando perdía, frustrarse consigo misma hasta el punto de escuchar la voz de su padre repitiendo lo decepcionado que estaba de tener una hija y no un hijo. Pero cuando ganaba, una emoción la impulsaba a restregar su premio a los competidores y en especial a su padre. Era su: miren soy capaz de esto y más.

No obstante, eso era antes de Maya, su psicóloga.

Maya le había apoyado en muchas aspectos, y entre ellos apreciar sus logros con orgullo y no como un deber. Por eso, ese día, después de ganar el primer premio en debate de su escuela no había ido por su padre, había ido donde realmente quería ir: a celebrar con su mejor amigo.

Sin embargo, terminó frente a dos chicos sudorosos.

—Llame a tu celular y no contestaste —dijo ni bien se acercó a Steve.

—Hola, Peggy. —Steve miro hacia su mochila que estaba tirada en el césped—. Quizá mi celular se apagó. ¿Cómo supiste?

—Llame a tu casa y tu madre dijo que estabas aquí.

—Sí, Barnes... Bucky y yo estamos corriendo.

Peggy giro hacia Barnes. Estaba distraído tomando agua de una botella, al darse cuenta de su mirada le sonrió.

—¿Como estas, Carter?

—Bien, gracias, ¿y tú cómo vas?

—De maravillas.

Peggy sonrió por cortesía.

—Creo que ya eres libre, Steve. —Barnes miro hacia al mencionado y, cuando este le devolvió la mirada, encogió los hombros sonriendo.

Steve. Bucky.

Peggy arqueo una ceja. Ellos ya se trataban por sus nombres. Luego, vio como mientras ambos chicos recogían sus respectivas mochilas, Barnes puso una mano sobre la espalda de su amigo. Era algo casual, pero Steve no lo hubiese permitido ni en millones de años, y sin embargo estaba sonriendo. Ambos sonreían. Como si de pronto fueran amigos de toda la vida. De repente, Peggy cuestiono la palabra "de pronto" aquello no parecía nada de ser de pronto.

—Entonces. Nos vemos, Steve. -se despido de Bucky una vez estuvieron fuera de la escuela-. Carter.

—Adiós, Barnes —respondió educada.

—Adiós —Steve también se despidió alzando una mano.

Barnes se dio vuelta y se alejó.
Cuando Peggy volvió hacia su amigo, este permanecía la vista hacia Barnes y cuando regreso a este último, se había girado sobre su hombro. Tenía esa sonrisa chueca que sus ex compañeras hubieran matado por recibir. Sin embargo, en ese momento los ojos de Barnes estaban fijos en Steve.

De repente vio un rompecabezas frente a ella, tenía una forma que no había visto nunca y a la vez conocido. Su mente lo estaba armando. Por eso, durante el viaje de autobús hacia la casa de Steve, pues él había insistido que cenaran en su casa, su historia de cómo gano el concurso le parecía solo un capítulo de alguna serie de televisión.

Y cuando estaban caminando ya cerca a la casa de su amigo, y Steve estaba contento observando la medalla que había ganado y hablando algo sobre ganar también los inter-escolares. Peggy había unido algunas piezas, pero la imagen aun no era clara. Era suficiente, aquello no podía dejarlo pasar.

—Barnes y tú se han vuelto muy buenos amigos.

Steve dejo de decir lo que sea que estaba diciendo y giro para devolverle la mirada. Sus ojos azules tras sus gafas parecían sorprendidos e ¿inquietos?

—¿Eh...? Sí.

—¿Por qué? —Peggy enmudeció, estaba por decir "¿por qué siento que me ocultas algo?" pero sabía que su amigo lo negaría hasta el infierno—. ¿Por qué parece como si le gustaras?

De acuerdo, Peggy debía reconocer que a veces se pasaba de directa. Había hecho que Steve se detuviera en seco y se quedara como una estatua.

—¿Eh? ¿Qué? ¡No! —Los ojos de Steve parecían más grandes de los normales.

—¿No te has dado cuenta?

—Es porque no hay nada que darse cuenta. —Steve volteo la mirada.

Entonces lo vio. Apenas visible. Steve sonrojado. Peggy frunció el ceño y luego el rompecabezas mental se armó lo suficiente para entenderlo. En ese momento, una parte de ella se emocionó por el descubrimiento, pero otro aún más grande le dio un latigazo de realidad.

—¡No puede ser, Steve! —Ahora ella tenía los ojos muy amplios—. ¡Te gusta!

Steve no le respondió. Tenía los hombros encogidos y tensos hasta casi desaparecer su cuello. Y cuando al fin giro unos grados la cabeza, ella pudo reconocer la mirada. Era el de alguien que no tenía donde esconderse.

Bucky & SteveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora