Bucky & Steve

44

Bucky desvió la bicicleta por donde sería el inicio Dumbo, ingresando a una de las zonas más atractivas de Brooklyn. Sea por su antigüedad, calles ordenadas o arquitectura, era de esos lugares donde siempre había turistas. Además de ser de las más caras del distrito. Sin embargo, eran otros puntos los que interesaban verdaderamente a Bucky. Por eso, cuando él y Steve llegaron a la calle Washington, supo donde debía hacer la primera parada. Continuó el camino hasta visualizar el cruce de la calle Walter, estacionándose justo en la esquina.

El pedazo de historia estaba ahí: una calle de un solo carril, edificios rojos con una arquitectura antigua frente a frente, autos estacionados cuidadosamente en diagonal y en el fondo, el puente de Manhattan. El cielo podía estar gris, pero aun así era deslumbrante.

—Esta locación es conocida. —Bucky se giró sobre su hombro para mirar a su pasajero—. Sale en varias películas, pero la más conocida es en...

—Érase una vez en américa —completó Steve.

Bucky amplio los ojos.

—¿La has visto?, ¡dura tres horas!

—La conozco, pero no, dura tres horas.

Bucky soltó una risa y se acercó solo un poco, casi rosando la nariz de Steve con el suyo.

—Creo que puede entrar a nuestra lista imaginaria —susurró.

Steve bajo las pestañas. Pestañas largas y gruesas, del mismo tono rubio de sus pobladas cejas. De repente, la respiración de Bucky se hizo lenta, y sus palabras se desintegraron por unos prolongados segundos.

—Si seguimos así, esa lista se va hacer imposible —escuchó a Steve murmurar.

—Ese es el punto —logró articular, alejándose un poco.
Steve lo miró incrédulo.

—Seria aburrido si todo fuese posible de hacer —se encogió de hombros y se giró hacia la calle—. ¿Hacia dónde?

—Hay un centro comercial llamado Empire —respondió Steve, señalando hacia la derecha.

Bucky asintió, soltó el freno de la bicicleta y giró retomando el viaje. Solo tomo unos minutos llegar. Bucky dejó su adorado vehículo en un apartado y entraron al edificio para buscar algo de comer.

—¿Qué tan bien conoces este lugar? —dijo Bucky, observando las elegantes cafeterías y restaurantes detrás de muros de cristales.

—Solo la terraza. El club de arte quiso hacer algo urbano.

—Genial, pero, ¿no los botaron por no comprar nada?

—No. —Steve soltó una risa— ¿Quieres subir? Tiene una buena vista. —Señaló hacia las escaleras.

—Tú guíame, eres quien me invito a nuestra cita —sonrió divertido.

Steve rodó los ojos, puso una mano en su espalda y lo condujo hacia la escalera. Él comenzó a reírse, al ver como el otro chico luchaba en decidir si lo golpeaba o se reía también. Cuando llegaron a la terraza, Bucky entendió porque el club de arte había elegido ese lugar.
Con el inmenso rio este como protagonista, los puentes Brooklyn y Manhattan se imponían de forma paralela en cada lado, dejando a la vista en el centro, los rascacielos de la ciudad vecina. Era una imagen que se podía utilizar para el final de una cinta.

—Es impresionante, Steve —dijo, mientras se acercaban al borde.
—De noche también se ve bien, pero es de día en el que se aprecia mejor los detalles.

—Debes conocer varios lugares como este, ya sabes, para pintar.

—Pues algunos, otros se quedaron pendientes —reconoció Steve con un tono suave, observando la vista.