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Cuando Steve despertó, lo primero que vio fue a Bucky dormido. En algún momento de la noche, ambos habían girado para quedar frente a frente con solo unos treinta centímetros de distancia. Eso era terrible; y a la vez Steve no había visto tan de cerca a Bucky como en ese momento. Sus pestañas eran largas, un marrón más claro que su cabello, quizá chocolate. Como el chocolate de leche. Sin embargo, se recordó que no era el momento de memorizar su rostro, aunque quizá le serviría para un dibujo. Con todo el sigilo de su corta vida, retrocedió y se sentó, entonces, se dio cuenta que estaba apretando sus mejillas, los cuales estaban calientes. Recuperando la compostura, miró la hora en su celular:  las seis de la mañana. Excelente, su reloj biológico funcionaba a la perfección.

¿Cómo no lo hacía lo demás?

“Muéstrame”, le había pedido, y él no había dudado demasiado. Podría justificar con el hecho de Bucky en realidad no tenía novia, aunque en ese momento había pensado que si lo tenía. Steve se cubrió el rostro con ambas manos, pero separó los dedos con lentitud para ver a su amigo aun durmiendo. Sí que tenía un sueño muy profundo. Él se había despertado dos veces por como el viento había sacudido la carpa, la primera le recordó a la película de la bruja de Blair, claro, no había tenido miedo, pero había estado tentado en despertar a su compañero de carpa. En su lugar, había cerrado los ojos con fuerza. La segunda vez no había duda que era el viento queriendo llevarse la carpa con todo y ellos, se decidió en despertado, sin embargo, la voz de Bucky lo había sorprendido primero. Quizá había castañedo o algo, pues Bucky había dicho: “pega tu espalda a la mía”, y Steve lo hizo; fue una gran decisión, porque se sintió cálido y cómodo. Entonces, cuando agradeció y no obtuvo respuesta, sino una respiración apenas audible en medio de esa tempestad, supo que su amigo se había dormido de nuevo. Quizá también era sonámbulo.

De todas formas, Steve pensó que era mejor momento para vestirse. Y sin querer arriesgarse, se cambió lo más rápido y silencioso que pudo. Cuando se estaba acomodando los lentes, Bucky seguía durmiendo como un tronco. Tal como lo diría él. Sin más contratiempo, comenzó a gatear hacia la salida cuando la voz adormilada de su amigo lo sobresaltó. 

—¿Qué hora son? —le preguntó.
Steve miro sobre su hombro y vio a Bucky aun recostado, boca arriba, frotándose los ojos.

—Creo que las seis y media.

—Hoy es sábado.

—Sí.

—¿Tan temprano despiertas los sábados?

—Pues, sí.

Bucky hizo un sonido que podría ser una afirmación. Bostezó y suspiró.

—No pateas.

Steve tuvo que cubrirse la boca para no soltar una carcajada.

—Pero, ¿a dónde vas? —murmuró Bucky, aun parecía estar en el mundo de los sueños. 

—Iré por algo de comer. 

—Oh verdad, los idiotas se lo comerán todo.

Y de pronto, Bucky estaba despierto, no completamente, pero se había sentado y abierto mucho los ojos. Steve acomodo su cabello por instinto al ver el cabello revuelto de su compañero.

—Quizá tampoco despertaron —le dijo.

—Gabe es madrugador, tiene un despertador incorporado, Jim tiene el sueño ligero, si Gabe despertó se va despertar, y estoy seguro que va patear a Jacques hasta que despierte; en su pelea tendrán hambre y comerán mis aperitivos —explicó aquello rápido, y con ambas manos en la cabeza.

—¿No los guardaste en la cabaña?

—No.

—¿Por qué no? Si fue tu idea usarlo de almacén. 

Bucky & SteveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora