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Peggy propuso que se encontraran en el edificio que indicaba la dirección, para acelerar las cosas, había dicho, aunque Steve hubiera preferido ir a su casa; ella, medio en broma y medio en serio, dijo que él había nacido en la época equivocada. Luego, cuando la estaba esperando, casi a las siete de la noche, se preguntó qué tan mal seria si le decía a su amiga que fueran por unas hamburguesas en lugar de ir a la fiesta esa. 

—Esa cara es de: “me estoy echando para atrás” —Su mejor amiga apareció con una sonrisa.

Lo primero que Steve pensó al verla, fue en lo hermosa que estaba. Tenía un ligero maquillaje, una falda corta en ondas y una chaqueta roja que le hacía resaltar; siempre le había favorecido el rojo.

—No, para nada —mintió. Se abrazaron con calidez que los unos desde su niñez.

—¿Y bien, listo para bailar?

Steve sonrió negando con la cabeza, y Peggy, como siempre lo hacía, sujetó su brazo.

Entonces, como los memes de “expectativa” y “realidad”, Steve vio como la fiesta era muy diferente a como había imaginado. Para empezar, no había ninguna piscina, a menos que estuviera escondido en la azotea del edificio, o quizá solo era el tanque de agua. Tampoco había un fuerte bullicio anunciando una gran fiesta en la ciudad, incluso creyó que se había equivocado de lugar. También fue la manera fueron recibidos, había estado preparado para que le cierren la puerta en la cara o le mirasen hasta que desapareciera, pero en cambio:

—¡Rogers! —Jacques Dernier lo recibió, mirándolo como si trajera una buena noticia— que bueno que llegaste —luego miro a su amiga— Peggy Carter, tuvimos clase de biología el año pasado ¿recuerdas?

—Claro, Dernier.

—Entren, entren —invito, abriendo por completo la puerta.

La música recién se escuchó con mayor agudeza.

Y ahí estaba otra diferencia: no era una casona en los suburbios de gente acomodada, solo un departamento regular con un estilo masculino. Si querían la opinión de Steve, se vería mejor si no estuviera casi lleno de adolescentes.

—Sírvanse lo que quieran —Dernier señalo hacia una mesa, donde se veía aperitivos y un recipiente con un líquido de color incierto —la bebida no esta tan mal — sonrió levantando su propio vaso —hay cerveza, pero lo estamos guardando para después.

—¿Para emborracharse luego? —pico Peggy.

—Quizá —el francés sonrió, a pesar del ruido, se podía notar su marcado acento— pero en definitiva el cumpleañero debe emborracharse —sonó a promesa—. Esperen, lo traeré para que le saluden, aunque ha estado escabulléndose de los invitados —y se alejó riendo, como si hubiera un chiste oculto. 

Los amigos se miraron, ella encogió los hombros sonriendo; caminaron hacia la mesa de aperitivos, mientras Steve escaneo la sala donde los demás parecían vivir en sus propios mundos. La música era de esas que hacían que cualquiera moviese los pies con el ritmo.

Entonces, lo vio: Barnes.

Barnes hablaba y sonreía, como siempre rodeado de gente. Cuando de pronto, Dernier se acercó y le dio una palmadita en el hombro, le dijo algo, y Barnes giró para encontrar a Steve mirándolo.

Y esa mirada. Steve no supo reconocer aquella expresión, pero luego, fue la que comúnmente tenía cuando se veían: esa bonita y resplandeciente sonrisa que podía dejarlo más ciego de lo que estaba.

—No estoy segura si debemos beber esto —dijo Peggy a su lado. Steve la miro confundido; ella le estaba tendiendo un vaso de la dudosa bebida. 

—Pues, no creo que nos mate —recibió el vaso.

—Descuiden, su creador lo bebido primero y sigue vivo —la voz de Barnes se escuchó sobre la música, la habladuría, el ruido, sobre todo. Steve observo a Barnes, y trató de sonreír despreocupado, fallando miserablemente; se le vino a la mente que quizá debería practicar como hacerlo.

—Hola —soltó, apartando un mechón de su cabello rubio.

—¿Qué tal? —Barnes tenía una sonrisa torcida.

Steve de pronto se sintió ligeramente cohibido, como hace mucho no se sentía. Barnes estaba vestido con una polea de capucha azul, que resaltaba sus ojos grises o celeste gris; pantalones oscuros, que revelaban que era deportista; y su cabello castaño parecía no tener problemas en acomodarse sobre su frente. Mientras Steve: tenía puesto una de sus enormes poleras, en su defensa eran muy cómodas, pantalones gastados, y sus mechones ya estaban cubriendo sus gafas.

—Todo bien —Steve empujo su inseguridad para atraer un poco de dignidad— gracias por invitarnos —y estiro una mano para señalar a Peggy— ella es Margaret Carter, es mi mejor amiga.

Barnes miro a Peggy como si recién hubiera notado su presencia.

—Hola, creo que tuvimos clase de química o historia el año pasado —Barnes parecía querer recordar.

—Uhm, creo que sí, Barnes.

Barnes asintió, y volvió la vista hacia Steve.

—Bueno, diviértanse, ehm, cualquier cosa estoy por aquí —dijo haciendo una señal con la mano— y sé que es su cumpleaños y todo eso, pero mejor no feliciten a Jim, aún está renegando —advirtió señalando detrás de él, donde Morita conversaba con Wagner y Worthington, dos chicos de un año superior igual de populares; se notaba desde lejos su ceja fruncida —quizá cuando este un poco más mareado, dicen que hay varios tipos de borrachos y nos da curiosidad… —Barnes se calló de repente —diviértanse —repitió y se alejó. Dejando a Steve más confundido que las leyes de la física.

—Vaya, los populares me recuerdan, que honor —bromeo Peggy, bebió un sorbo de su vaso, miro el interior con un gesto entre duda y conformidad, y volvió a beberlo— Cuando me dijiste de la fiesta, nunca creí que fuera de ellos. Con lo prejuicioso que eres, me sorprende que seas amigo de Barnes.

—¿prejuicioso? —vaya, dos veces en un mismo día.

—Aunque puedo decir que me sentí ligeramente invisible con Barnes.

Y Steve no sabía que responder a eso.

Aunque más allá, Bucky si hubiera podido.

Porque como en una película, cuando una escena se detiene para enfocar a alguien, Bucky había sentido que Rogers era la única persona en esa sala. Y eso, en cierta medida fue extraño. Muy extraño ¿Sera que la bebida ya me estaba afectando? Pensó.

—Ya le invitaste a bailar, necesitamos más gente bailando —de pronto Jacques se había colgado en su hombro.

—De hecho, te lo iba pedir —bromeo Bucky, inclinando la mirada hacia su amigo.

—Me siento alagado, pero no quiero ser parte de un stupide triángulo amoroso.

Bucky rio a carcajadas.

—Demonios, Jacq, ya dejalo. Además…— y giro la cabeza hacia donde había dejado a Rogers y Carter. Ella tenía una mano sobre el brazo del chico.

—Sí, ya lo vi. Pero descuida, tengo un plan.

—¿Qué plan?

—Déjamelo a mí, pote.

Bucky inclino la vista de nuevo, está vez con cierta desconfianza. Los planes de su amigo, cuando los ejecutaba solo, eran terribles.


















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Nota: Esta escena de la fiesta resultó más amplio de lo que creí. ヽ༼⁰o⁰;༽ノ son como dos partes más!

Bucky & SteveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora