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—Vamos por unas bebidas —propuso Dernier de camino a la salida del cine.

—Define: Bebidas —respondió Peggy.

Dernier se giró sobre sus talones y comenzó a caminar hacía atrás.

—Ya sabes, esas bebidas. Daniel puede conseguirlas.

—Yo no puedo —repuso Sousa—. Esa vez fue, fue pura suerte...

Steve alzó la cabeza con la intención de ver mejor a los involucrados de la conversación. Peggy le había contado su primera charla con Sousa en la fiesta de Morita, y sí,  justo fue sobre las bebidas que había conseguido. Era probable que Sousa solo había querido verse como chico malo mintiendo sobre haberlas comprado con una identificación falsa, pero Peggy  le había sacado la verdad: lo había robado de su madre. Luego Sousa había callado. Cómo en ese momento, como si no quisiera hablar del tema ni en un millón de años.

—Mejor solo por unas malteadas —dijo Peggy.

—Que aburridos. —Dernier se cruzó de brazos.

Faltaba solo un poco para llegar al pie de las escaleras, pero a Dernier parecía siquiera importarle. Gabe, a su lado, le hizo una señal con la cabeza para que se girase de una vez. 

—Las malteadas no son aburridas —murmuró Morita.

Steve miró a su izquierda. Morita tenía los ojos fijos en las señas que Monty hacía con las manos.

—Dice: Que de hecho son divertidas —tradujo Bucky, estaba detrás, junto a MoonStar y su novia.

—Por los colores —asintió Morita.

Y lo que pasó fue un bola de nieve cayendo: Monty sonrió; Morita ladeó la cabeza como un pájaro ante algo interesante; Steve detuvo el balanceo de la caja de colores que había ganado en los disparos. Y luego un tropiezo. Steve casi pudo sentir el suelo antes de tiempo, pero Bucky lo atrapó del brazo.

—Que buenos reflejos —dijo Angie, de pie junto a Dugan. Este último resopló.

Steve también quiso resoplar cuando Bucky lo soltó y se volvió hacía la chica. Se estaban sonriendo. Y Steve quiso decir cualquier cosa, aunque no tenía idea el para que. En dos en dos, subió las escaleras, quería irse a casa. No obstante dos autos esperaban en el estacionamiento superior.

No había duda, el de pintura desgasda era de Sousa, pero el otro, un auto que Steve solo había visto en los comerciales era de alguien más. Entonces, un hombre alto y de cabello castaño bajó y Dernier se acercó.

—Debias venir más tarde, papá —se quejó el francés.

Pero su padre lo ignoró y pasó su mirada hacia los demás.

—Qué les parece si los llevo a sus casas, pero antes podemos ir a comer pizza.

Una hora después estaban comiendo pizza a dos cuadras de ahí, aunque no hubo suficiente espacio en el auto y Gabe, Bucky y Denier tuvieron que caminar, este también porque su padre le dijo que debía priorizar a los invitados. Sin embargo, después, cuando el cielo estaba por oscurecer, el problema se hizo más evidente: no había espacio suficiente en el auto del señor Alec. Incluso cuando Dugan y Monty irían en el auto de Sousa.

—Voy a comprar un minivan, no importa lo que piense tu padre —expusó el adulto a su hijo. Este solo se rió.

—No se preocupe, señor Alec, puedo tomar un bus —dijo Bucky, luego miró a Steve—. ¿Irás con Cárter y Sousa?

Steve negó con la cabeza.

—Ire en bus también —respondió.

—Por supuesto —rió Peggy.

Bucky & SteveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora