Admirable...

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Llegada la hora, Hugh marchó hacia la residencia de los Berreth, aún tenia en mente la visita de Newt, "pero que sujeto tan extraño" pensó, "extraño, pero no taaan mal", tal vez, solo tal vez, podía ser un buen contacto en sociedad, una buena referencia y si Prim no fuera tan... Prim, bueno, podría ser un buen cuñado.

Inmerso en sus reflexiones vagas llegó a una pequeña granja a las afueras de la ciudad, un tanto olvidada, vieja y desgastada, sus finos zapatos negros se mancharon de dudoso lodo café en cuanto se bajó del carruaje, no pudo evitar la mueca de desagrado.

Sus padres habían aplaudido la iniciativa de Prim de visitar y ayudar a los Berreth en el establo, pero la realidad era que los Berreth eran el mínimo de los problemas, no era necesario enmendar nada con ellos, carecían de influencia alguna, solo se estaba castigando en una labir que no sería relevante para nadie.

Hugh se acerco a la pequeña casa de madera y tocó la puerta, un par de minutos después, un anciano con apariencia cansada abrió la puerta.

- ¿Lord Berreth?- cuestionó Hugh mirando de pies a cabeza al anciano que vestía simple ropa de campesino.

- ¿Quién lo busca?- respondió el hombre desconfiado.

- Soy Hugh Birdwhistle, estoy aquí por mi hermana, Primrose- saludó Hugh con una leve reverencia, la expresión de desconfianza del hombre cambió rápidamente, su mirada se iluminó, "Bruja Primrose" pensó Hugh, ese era el efecto de su hermana, o la odiaban o la amaban, no había un punto medio.

- Oh, usted es el hermano de la florecita, un verdadero encanto, ella está en el establo, espere un momento...- dijo Lord Berreth antes de entrar a la casa tan rápido como sus cansadas extremidades le permitieron, unos minutoa después, Lord Berreth regresó acompañado de una joven.

Hugh quedó sin aliento, el cabello castaño ondulado caía hasta media espalda enmarcando su pequeño rostro de piel de porcelana, finos labios rosas, pequeña nariz y bonitos ojos color miel, una verdadera belleza en un vestido de campesina, ¿cómo era que nunca antes la había visto?

- Lord Birdwhistle, es mi hija Madeline, ella lo guiará al establo con su hermana- indicó Berreth, Hugh seguía hipnotizado con la Señorita Berreth.

- Un placer conocerla Señorita Berreth- saludó Hugh en el tono más encantador que pudo, acompañado por una reverencia.

- Oh, no se desgaste Lord Birdwhistle, ni si quiera lo intente...- dijo Lord Berreth abruptamente, Hugh dio un pequeño salto exaltado, ¿se había equivocado?, ¿la Señorita estaba prometida a alguien más?, ¿Su saludo había sonado muy de cortejo?, Lord Berreth sonrió con algo de lástima ante la expresión confundida de Hugh. -...Madeline es sorda y muda, entiende algunas cosas leyendo los labios pero no una conversación completa.- explicó el hombre, Hugh sintió un indescriptible pesar en el pecho.

Lord Berreth se giró hacia su hija y habló en voz alta acompañado por el lenguaje de señas.

- Lleva al Lord al establo, es hermano de Primrose-  ordenó Lord Berreth a Madeline.

La chica asintió y salió de la casa, con una sonrisa le pidió a Hugh que la siguiera, la chica caminaba segura, con la alegría de cualquier señorita, como si su discapacidad no le fuera importante, para Hugh en cambio no podía dejar de sentir lástima, tanto que le gustaría hablar, escuchar su voz que seguramente sería tan bonita como ella.

Llegaron al establo, Madeline tocó con el puño las puertas y esperó, del fondo del establo lleno de hermosos caballos salió Prim con el vestido lleno de paja y su pícara sonrisa.

- ¡Hugh!, llegaste- se acercó Prim.

- Sí, la Señorita Berreth amablemente me trajo hacia ti- dijo Hugh entre dientes desganado.

- Conociste a Maddie, que bien- dijo Prim, notó cierto desaliento en la voz de su hermano, se percató de las rápidas miradas que dirigía a Maddie.

Hugh estaba frustrado, Prim sonrió divertida.

- Maddie, él es mi hermano, dale un nombre, se llama Hugh- dijo Prim con fluido lenguaje de señas mencionando el nombre de Hugh sin seña y solo articulando detalladamente.

Maddie sonrió a Hugh, era la sonrisa más radiante que jamás hubiese visto, la chica observó a Hugh y seguido hizo una seña.

- Ese es tu nombre- indicó Prim a Hugh replicando la seña que Maddie había creado.

- ¿Mi nombre?- cuestionó Hugh.

- Es tradición que una persona sordomuda cree el nombre de las personas oyentes- recordó Prim.

Maddie hizo una serie de señas directo a Hugh, el chico abrumado miró a su hermana rogando ayuda.

- Ella dice que en verdad pareces mi hermano, solo que tú eres muy alto- tradujo Prim, Hugh tímido miró a Maddie.

- Gracias- asintió el chico, Prim hizo la seña de "gracias" a Maddie, Maddie retomó sus rápidas señas.

- Dice que tiene que volver a casa pero que espera vuelvas pronto- sonrió Prim con picardía, Hugh sonrió tímidamente y asintió, no quiso decir nada, a fin de cuentas tendría que usar la sorpresiva habilidad de su hermana para traducirlo.

Maddie se despidió y volvió rápidamente a la pequeña casa de madera dejando a los hermanos solos.

- ¿Desde cuando hablas lenguaje de sordos?- interrogó Hugh con una ceja arqueada siguiendo a su hermana hasta su escondite donde tenía una libreta, su pluma y una cama de paja.

- En Cardos conocí muchas personas, Dhalia y yo pasamos muchos días en el hospital por su enfermedad, algunas enfermeras me enseñaron, si no estaba con Dhalia, pasaba el rato en el área de niños, muchos de ellos eran sordos, o ciegos, o faltos de extremidades, si quería convivir con todos tenía que adaptarme a sus necesidades- recordó Prim, Hugh vio a Prim por primera vez como algo más que una salvaje.

- Lamento haber olvidado que ustedes no estuvieron del todo bien en Cardos- admitió Hugh, Prim se giró a verlo.

- No te culpo, tú también cargaste con muchas responsabilidades aquí en casa como el único hijo Birdwhistle- suspiró Prim.

Ambos quedaron en silenció unos minutos mientras caminaron al carruaje, fue Hugh quien rompió el silencio.

- Es admirable como ella actúa como si nada le ocurriese- dijo Hugh sin sacarse de la mente a Maddie, Prim lo miró con gesto fruncido.

- Pero es que nada le pasa, ella es tan Señorita como cualquiera, no le falta nada, es tan capaz como tú y como yo, ella se adapta al mundo, somos nosotros los discapacitados al no podernos adaptar a ella, ese es Hugh, justamente el problema que tengo con la gente de nuestro lado de la ciudad, creemos que el mundo debe ajustarse a nosotros, a nuestro apellido, nuestro prestigio, lo admirable será cuando aceptemos que no somos más unos que otros.- reflexionó Prim con seguridad, Hugh enmudeció, no podía debatir a su hermana, no con la imagen de Madeline Berreth en su cabeza.

Por el beso de una damaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora