Desconocido y Mortal

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La fiesta continuaba, las horas se pasaron amenas, la cena pasó casi imprevista pues al fin la conversación fluía sin presión entre Niel y el grupo de Newt.

Pasado un rato, el ritmo de la música cambió y eso solo significaba una cosa, las parejas intercambiaban miradas y pronto se ponían de pie directo a la pista de baile, en cuanto Hugh le dijo a Maddie lo que ocurría, la chica no lo pensó dos veces y arrastró al rubio a la pista, Paul y Penny los siguieron, poco después, y con cierta vacilación, Prim y Newt se convencieron de ir también, no podía la pareja principal no participar.

Quedaban solo Niel y Dhalia, en silencio, de nuevo, con su respectivo trago disfrutando de las parejas que bailaban, a lo lejos, en su mesa, Liz esperaba que Niel encontrara su mirada y la sacara a bailar.

Pero Niel tenía la mente en otro sitio, ¿esa era su oportunidad?, ¿no sería mal visto, cierto?, a fin de cuentas era la cortesía por ser los hermanos de los novios.

Con un largo suspiro, Niel se armó de valor y se giró hacia Dhalia.

- Señorita, ¿usted baila?- preguntó Niel, Dhalia le sonrió, Niel pudo sentir como se le erizaban los vellos de la nuca.

- Solo si se me pide adecuadamente- dijo con diversión, una voz traviesa similar a la de Prim, era evidente el parentezco.

Niel esbozó una media sonrisa, tímida, inocente, Dhalia notó que si lo veía con detenimiento, Niel no era tan diferente a Newt, tal vez más grande y tosco, pero el encanto Crawfy estaba ahí.

El mayor de los Crawford ofreció su mano.

- ¿Me concedería esta pieza Lady Birdwhistle?- solicitó Niel.

- Será un placer Lord Crawford- asintió Dhalia tomando su mano.

Liz palideció al ver como Niel sin pensarlo dos veces escoltaba a la Birdwhistle mayor a la pista con una gracia y una delicadeza que le pertenecía a ella.

La pista se iluminó con la curiosidad de los invitados al notar el enigmático dueto Crawford - Birdwhistle, el par de menores casados y los hermanos mayores, era inegable la bella dualidad entre la oscuridad y rígida disciplina Crawford junto a la luminosidad y soltura Birdwhistle.

Los padres de ambas familias observaban a lo lejos, los Birdwhistle y Antoinette sonreían con alegría, era adorable ver a los dos hijos y a las dos hijas conviviendo en tan hermosa escena, pero Lyn notó algo distinto.

Tan pronto la pieza terminó, las parejas se dispersaron, Newt y Prim aprovecharon a escabullirse entre la multitud terminando en un balcón a media luz.

Ambos rieron en voz baja.

- Demasiada gente.- se quejó Newt con un suspiro.

- Ni que lo digas- sonrió Prim.

Ambos callaron por unos momentos apreciando la noche, el jardín y la luna.

- Nos conocimos en un lugar como este.- recordó Newt, Prim esbozó una media sonrisa.

- Pero entonces teníamos alcohol y tabaco.- se burló la rubia, Newt sacó una delicada cigarrera dorada y un encendedor, ofreció un cigarro a la rubia y lo encendió.

Se sonrieron con complicidad.

- No planeaba casarme... mucho menos con un Burgués como tú- dijo Prim con travesura.

- Una verdadera pena tu caso.-

Prim amplió su sonrisa y sin inhibición alguna se acercó a Newt y plantó un determinado y dulce beso en los labios de su ahora esposo, Newt respondió el beso y se dejó perder en el aroma a vainilla y tabaco de Prim, se aferró a cada segundo de ese beso, aún en la magia de ese momento, sabía que sus días podían estar contados.

Acarició los rizos dorados del cabello de Prim y con los ojos cerrados se dejó embriagar por su cálido aliento, su cigarrillo se consumía entre sus dedos dejando un rastro de aroma a tabaco que se entremezclaba con el dulce aroma de la chica.

Prim también lo sabía, su felicidad podía ser efímera, entreabrió los ojos para apreciar sus dedos lívidos acariciando la morena piel de Newt, ahora que lo pensaba, nunca lo había tenido tan cerca y parte de su mente le recordaba que en no mucho tiempo la cercanía sería aún menor.

Aprovechó aquel momento en que Newt solo reposaba cerca de ella para explorar sus facciones, sus cejas rígidas, su ceño siempre fruncido, su ligeramente aguileña nariz y esos finos labios que en veces le sonreían y en otras le reprochaban, jamás habría pensado que al volver a Isveria sentiría aquello en su corazón por un hombre real, ese sentimiento siempre había sido exclusivo para héroes literarios, y ahora estaba aquí, frente a ella, quien con una mirada despertaba todo aquello que sólo había leído.

Sonreía ante el dichoso recordatorio de que era suyo y ella de él.

Cerró los ojos un momento para apreciar el roce de sus cálidas manos en su cintura y cabello, no quería perderlo, no podía.

Pasadas las horas, la boda terminaba, las familias se marchaban, y como luna de miel, Newt y Prim permanecían en esa casa de campo, aprovecharon sus días y noches tanto como pudieron, se dejaron llevar por el instinto y sin cuestionar se entregaron a lo que sus cuerpos y mentes dictaban, durante una perfecta semana.

Una perfecta semana antes del llamado final, la guerra era inminente y el sueño se acababa.

Todos los hombres elegidos recibían su carta, con un día para dejar todo en orden y hacer todo aquello pendiente antes de marcharse a la incertidumbre.

Y así, la dicha, la alegría, la magia, eran reemplazadas por el silencio sepulcral de lo desconocido y lo mortal.

Por el beso de una damaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora