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Ashley

Cuando llegué el sábado por la mañana con Luke a casa de mis padres no encontré a mi hermano. Le di dos besos a mi madre y Luke se quedó con ella en la cocina para ayudarla con la comida mientras yo iba a buscar a mi padre a su despacho, dónde estaba trabajando en un caso.

Estaba bastante frustrado, le habían encargado vigilar a alguien del que simplemente tenía el nombre, un par de fotografías y unos itinerarios.

Mi padre era bueno en lo que hacía. Había trabajado de detective en casos de élite durante muchos años, ganando así el prestigio que tenía, pero decidió jubilarse temprano.

Intenté ayudarlo con el caso todo lo que pude mientras pensaba en cómo encontrar a alguien que prácticamente era invisible y poco después me dirigí hacia la puerta de entrada, que acababa de sonar.

Mi hermano me esperaba allí, con su bebé en brazos. Aún no me creía del todo que fuera tía, al igual que él no acababa de creerse eso de ser padre.

—Joder, sí que has empeorado en tan pocas semanas – bromeó.

Le di un puñetazo de broma en el hombro y me acerqué para darle dos besos.

—No digas palabrotas delante de Daisy – le riñó Celia, su pareja.

—No creo que entienda nada de lo que digo ahora mismo – murmuró, y no tardó en añadir –, cariño.

Celia esquivó a Will, mi hermano, y se acercó para saludarme. Cuando despareció en el interior de la casa cogí a Daisy de los brazos de Will para liberarlo un rato.

El día pasó rápido y de manera agradable. Cuando el reloj tocó las seis, Luke y yo nos dispusimos a irnos. Me despedí de toda mi familia, aunque debo admitir que quizá a mi padre le di un abrazo más emotivo que a los demás.

—Prometo ayudarte con el caso – le dije con una sonrisa.

—No sé si quiero que te involucres en esto.

Le di un beso en la mejilla y salí de casa. Estaba lloviendo. Nos metimos en el coche corriendo y mi amigo condujo de vuelta a casa.

Me dejó en la residencia y toqué a la puerta de Mel. Teníamos pensado ver una película antes de cenar con Maya, así que me dejé caer en su cama mientras ella cogía el portátil.

—¿Me dejas escoger a mí? – me preguntó mientras se dejaba caer a mi lado.

—¿Vas a poner algo de miedo?

—No dará miedo, lo juro.

—Después de la segunda vez de oír esa promesa, dejé de creérmela.

Vi como el portátil se encendía y un teléfono sonó. Aproveché para quitarle el ordenador mientras ella se alargaba para coger su móvil.

—¿Qué quieres? – por su tono de voz, estaba casi segura de que era Michel.

Observé cómo salía de la habitación mientras yo buscaba alguna película interesante en Netflix. Me encantaban las películas de superhéroes, así que no me lo pensé mucho en buscar algo así.

Cuando ya había decidido que iba a poner Iron Man, a pesar de haberla visto mil veces, Mel entró en la habitación echa una furia.

Sabía que no quería que le preguntara, así que simplemente puse la película y me acomodé mientras esta empezaba.

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Creo que más o menos a la mitad del film, oí sollozar a Mel. Lo pausé y la abracé.

Sirimiri entre cicatrices Donde viven las historias. Descúbrelo ahora