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Aiden

—¿Qué es esto?

—Una venda.

—Eso ya lo veo, genio – rodó los ojos – Qué para qué es.

—Formula la pregunta correcta entonces – dije tendiéndosela – Para que te la pongas.

—¿Tienes algún fetiche sexual del que no estoy enterada?

Llevaba un vestidito que le había dicho que se pusiera y los zapatos que siempre llevaba. No le había dicho que se arreglara para no hacerlo muy evidente, simplemente le había dicho que se pusiera algo casual e informal.

Eran las ocho de la noche de un miércoles por la tarde.

El miércoles por la tarde en el que iba a descubrir la sorpresa que se compró.

Ah, sí, y Ash iba a conocer a Miles.

Detalles insignificantes.

—Solo póntela.

Ella pareció dudar unos segundos, pero acabó poniéndosela y yo la guie hacia el coche, le abrí la puerta y le puse el cinturón.

—¿Dónde vamos?

—Es una sorpresa – dije arrancando —¿Para qué crees que es la venda?

Apretó las manos en su regazo y esperó pacientemente a que llegáramos mientras, de vez en cuando, se mordía el labio inferior. Fue un viaje de menos de media hora en el que Ashley preguntaba de vez en cuando por la sorpresa.

Al llegar, bajé, le abrí la puerta y la dirigí a la entrada del hotel.

Y justo ahí se encontraba en carne y hueso Miles Cooper.

Parecía más maduro de lo que lo hacía en el póster que había visto escasamente en la habitación de Ashley.

De hecho, parecía haber envejecido cinco años en unos meses.

Y, de alguna absurda manera, yo estaba celoso por la admiración que Ashley le tenía a este hombre.

No había sido muy complicado convencerlo de darnos unos minutos si le pagaba una suma de dinero.

El dinero todo lo compraba.

Le sonreí al moreno y detuve a Ash delante de él. Ella esbozaba una sonrisa, con la venda aún en los ojos, y apretaba los labios, impaciente.

—No me pongas los cuernos, ¿quieres? – bromeé antes de empezar a quitarle la venda.

Me asomé por el hombro de Ashley, que tenía los labios abiertos y una mano cubriendo parcialmente su boca.

—Sorpresa – susurré.

Entonces pareció reaccionar y, mirándolo como si fuera un extraterrestre, extendió la mano y con un dedo le tocó el pecho.

Subió la mirada a los ojos de Miles, que la observaban confundido.

—Ehh... ¿hola?

Ashley retrocedió, chocando con mi pecho y yo puse las manos en su cintura para evitar que cayéramos. Cubrió su boca con las manos.

—Miles, te presento a mi novia – enfaticé el "mi" con una sonrisa encantadora -, Ashley.

La aludida giró la cabeza un poco hacia mí.

—¿Es real? – susurró.

—Claro que es real.

—¿No es un holograma?

Sirimiri entre cicatrices Donde viven las historias. Descúbrelo ahora