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Ashley

Salí de la ducha con el corazón en la garganta.

Me había asegurado de llorar todo lo posible, intentando deshidratarme para poder retener las lágrimas cuando hablara con Aiden.

—Joder, que susto – murmuré al salir y encontrármelo sentado en la cama.

—¿Estás bien? – preguntó.

Apreté los labios y asentí un par de veces, sin saber exactamente si acercarme o mantener las distancias, pero él me hizo un gesto para que me acercara y no me quedó más remedio que hacerlo con una sonrisa.

Me abrazó por la cintura y apoyó la cabeza en mi abdomen, suspirando.

—Menos mal que estás bien – murmuró.

Me obligué a colocar las manos, controlando el temblor, en su cabeza y hundir los dedos en su pelo oscuro.

Cerré los ojos, disfrutando de la sensación lo máximo que pudiera, y retuve las lágrimas.

—Estás nerviosa – indicó alejándose un poco de mí y mirándome con el ceño fruncido.

Sonreí.

—Siempre lo estoy cuando estás cerca.

Apretó los labios unos segundos.

—¿Seguro que no pasó nada más en la cocina? – preguntó – Ashley, puedes contarme lo que sea, no...

—No pasó nada – lo corté.

Asintió lentamente y me alejé unos pasos de él.

—Deberíamos bajar – murmuró levantándose.

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Jason se había dedicado a dar vueltas por la casa de arriba abajo durante todo el día.

Hope había llorado en mi hombro la mitad del día y, después de la cena, Jason se había encerrado en la habitación.

Sabía que tenía que despedirme sin levantar sospechas, y no quería dejar a Jason solo pasando por esto.

Así que subí las escaleras de dos en dos y me detuve delante de su puerta. Dos golpecitos sonaron contra la madera, pero nadie abrió.

—¿Jason?

Nada.

Suspiré y me debatí entre abrir la puerta o dejarlo pasar. Apoyé la palma en la madera.

—¿Podemos hablar?

Esta vez sí que obtuve respuesta.

—No quiero hablar, Ash – susurró, así que supuse que estaba cerca de la puerta porque pude oírlo – Por favor, vete.

—No estás solo, ¿sabes?

Silencio.

—Todos los que están en la planta de abajo están para ti ahora mismo. Quizá en vez de sumirte en tu miseria y pasar por...esto solo, podríais hacerlo juntos.

Más silencio.

Suspiré.

—Lo siento, Jason – susurré.

Nada más sonó, así que me limité a resoplar antes de subir por las escaleras, hacia la habitación de Aiden.

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Mi padre acababa de informarme de que estaba abajo para recogerme.

No pude explicarle la situación por teléfono, lo haría en el camino de vuelta a casa.

Sirimiri entre cicatrices Donde viven las historias. Descúbrelo ahora