❒ 44 ❒

731 45 21
                                    

MARATÓN 2/2 🌧

•✦───────────•✧

—No me habrán visto desnuda, ¿no?

La llovizna se había detenido hacía un buen rato y las lágrimas habían dejado de mojar mis mejillas. Yo prácticamente me había quedado atontada encima de Aiden y, cuando me hube calmado, nos vestimos torpemente y salimos a aspirar el aire frío de la noche.

Nos habíamos tendido encima del capó mojado y habíamos observado el cielo y las estrellas, que brillaban sobre nuestras cabezas.

—Los cristales están tintados – rio Aiden a mi lado –, no dejaría que nadie te admirara desnuda – bromeó.

Estaba más relajada y aún me estaba costando asimilar todas las emociones que había sentido en tan poco tiempo: emoción, felicidad, deseo, lujuria, placer, amor, miedo, ira, tristeza...

En fin, unas horas verdaderamente intensas.

Una pregunta que había rondado mi mente durante las últimas semanas se iluminó en mi cabeza.

—¿Por qué no quisiste llegar al final la primera vez? – inquirí.

Él me miró bajo sus pestañas oscuras.

Sabía a qué me refería. A la primera vez que tuvimos contacto sexual, cuando yo le pedí, desesperada, que me distrajera para desconectar de toda la mierda que estaba viviendo.

Apretó los labios, con sus ojos azules clavados en mí.

—Siempre he utilizado el sexo como una distracción – empezó, mirando al cielo, y yo sentí que estaba a punto de desvelarme una parte muy importante de su pasado – Siempre. Sin sentimientos. Es lo que... - se detuvo escasamente, pero no tardó en retomar la frase – ...lo que me enseñaron desde pequeño.

Contuve la respiración.

Porque no estaba segura de querer saber exactamente a qué se refería con eso.

—Siempre he visto el sexo como una manera de distraerse, de disfrutar y sentir el placer. Nunca como una...conexión entre dos personas. Más allá del placer, más allá de la diversión.

Entonces me miró y mi corazón se oprimió, porque sus ojos reflejaban una luminosidad demasiado brillante.

Y mi corazón se deshizo más aún cuando sonrió.

—Es una de las cosas que tú me has enseñado.

No sabía qué decir. Mis mejillas adoptaron una rojez leve, demasiado leve para todo lo que estaba ocurriendo dentro de mí.

Abrí los labios para decir algo, no sé exactamente el qué, pero los volví a cerrar.

No sabía qué hacer, ni siquiera sabía exactamente como sentirme por sus palabras.

Así que no pude hacer nada más que observarlo, en silencio.

—El sábado será Navidad – murmuré, cambiando de tema unos minutos después.

Estaba apoyada sobre el pecho de Aiden, notaba las palpitaciones de su corazón debajo de mí y eso era de lo más reconfortante.

—Lo sé.

—Faltan dos días.

—Lo sé, Kent.

—¿Qué hacéis normalmente por Navidad?

Encogió un hombro.

—     No hacemos nada diferente, cada uno va a la suya. Normalmente, Axel prepara una fiesta en la discoteca y ya está, como si fuera un viernes. Algunos se emborrachan de más y tienen sexo en el baño, pero nada fuera de lo normal.

Sirimiri entre cicatrices Donde viven las historias. Descúbrelo ahora