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MARATÓN 1/2🌧

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Llegué a la residencia poco después con el sushi. Subí las escaleras mientras me preguntaba que me pasaba cada vez que estaba cerca de ese chico.

No solía actuar así con la gente y, aunque solo me había enamorado una vez (o al menos eso creía) nunca había sentido tanta atracción por una persona.

Su manera de hablar, la manera en que le brillaban los ojos con la escasa luz de la luna, sus labios finos que parecían dibujados por el mejor artista, su rostro prácticamente esculpido, su sonrisa, su olor, la manera en la que podía hacerme sentir cuando me miraba, su aura misteriosa...

Y una lista que no acabaría ni en mil años, y solo lo había visto dos veces.

Tres.

Suspiré, abriendo la puerta de Mel. Dejé las llaves y me estiré, abatida, en la cama mientras la conversación entre mis amigas seguía, pero al verme frustrada, las chicas se volvieron para mirarme.

—¿Qué? – espeté, de mal humor.

—¿Qué te ha pasado? – me preguntó Maya, mientras agarraba la cena que había traído y nos repartía una ración a cada una.

—¿Por qué tiene que haber pasado algo? – pregunté.

—Porque tienes la típica cara que pone Mel cuando un chico la rechaza.

—Esa cara que me veis tan pocas veces —apuntó la aludida.

Me senté con las piernas cruzadas y les expliqué mi encontronazo con Aiden. Cuando acabé y les dije como se había ido sin asegurarme si nos volveríamos a ver, Maya lo insultó en voz baja mientras Mel giraba la cabeza, pensativa.

—Quizás es un narcotraficante y no quiere mal influenciarte.

—O quizá es como un Christian Gray y piensa que eres muy inocente para él.

—O quizás es un vampiro que huele tu sangre y solo quiere arrancarte la yugular y matarte.

Suspiré de nuevo y las miré. No se podía tener una conversación seria con estas dos.

—Claro, o quizás es un demonio que está liderando una superépica guerra contra el cielo y no quiere involucrarme – les respondí, sarcástica.

A ellas se les iluminaron los ojos, imaginando la escena.

Respiré hondo.

—Era broma – aclaré.

Ellas dos se miraron mutuamente antes de cambiar de expresión y mirarme con más seriedad.

—Vale, ahora en serio – comenzó Mel – debe tener una buena razón para no haberte contestado.

—O simplemente no le interesas – añadió Maya con su supersutileza tan característica mientras se metía comida en la boca y empezaba a masticar.

—Ya, gracias —dije, removiendo la mía.

Me pasé la palma de la mano por la cara y estuvimos en silencio hasta terminar de cenar. Maya se fue poco después de explicarnos que el domingo, que tendríamos comida con ella y los chicos, vendría con Blair, su medio novia.

—No es mi medio novia – protestó Maya cuando estaba a punto de salir por la puerta – Es una amiga.

—Maya, sois como novias, pero os permitís... - buscó una palabra no tan vulgar a la que iba a decir – tener relaciones íntimas con otras chicas – finalizó Mel.

Sirimiri entre cicatrices Donde viven las historias. Descúbrelo ahora