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Aiden

Observé con la furia haciendo circular mi sangre a toda velocidad como el hombre de negro, que sería mi primer objetivo cuando esto terminara, agarraba bruscamente a Ashley de la cuerda que apresaba sus muñecas y la arrastraba hacia la cocina.

A solas.

Un aullido de dolor por parte de Ash me recorrió la espina dorsal. El desgraciado la llevaba del pelo y de la cuerda sin ningún tipo de miramientos.

Vi como los ojos de Luke se ensombrecían mientras se removía en su sitio, haciendo que la mujer que lo apuntaba con la pistola ejerciera más presión en su sien.

—Baja el arma, Aiden – recomendó Robin con una sonrisa.

—Vete a la mierda, Robin – dije fríamente.

Apreté los labios y puse el dedo en el gatillo, girándome lentamente hacia el hombre que tenía cogida a Ashley.

Pude captar los ojos de Axel y como los entrecerró cuando supo lo que iba a hacer, pero eso no me detuvo en absoluto.

No solía ser impulsivo, la verdad, pero debía hacer excepciones.

Disparé al hombre en la pierna derecha y este gimió de dolor antes de soltar a Ash y caer al suelo sosteniéndose la herida.

Robin suspiró a mi lado, ligeramente aburrido, mientras la presión del arma en mi cabeza me empujaba levemente hacia delante.

Una mujer apareció y se apresuró a intentar coger a Ashley, pero recibió un disparo en la mano antes de llegar a tocarla.

Todos se quedaron inmóviles y yo solo sentía mi corazón latiendo en mi pecho a toda velocidad.

—¿Alguien más? – pregunté.

Un hombre que estaba a punto de intentar hacer lo mismo que su compañera pareció pensarlo mejor antes de retroceder.

—Como alguien se acerque a ella debería saber que el próximo tiro – advertí lentamente – va al cráneo.

Vi como el hombre tragaba saliva antes de retroceder un paso más.

Sabia decisión.

Robin soltó una risotada calmada delante de mí y yo, sin dejar de vigilar a Ashley, que ahora estaba de rodillas por la impresión de haber sido agarrada con tal brusquedad y soltada de la misma manera, le hablé.

—No juegues conmigo, Robin – dije – No sabes de lo que soy capaz.

—¡Madre mía! – dijo entre risas —¿Habéis visto eso?

Casi podía imaginar su repugnante sonrisa mirado a los de su alrededor buscando apoyo en sus palabras.

—"Como alguien se acerque a ella debería saber que el próximo tiro va al cráneo" – se burló en tono chillón – Patético.

Rechiné los dientes.

—Quizá si tuvieras un mínimo de humanidad – escuché que decía Jason – podrías comprender lo que implica sentir.

No despegaba los ojos de Ashley, que sostenía su cabeza con una mano mientras intentaba incorporarse.

Robin pareció apaciguarse.

—Lo repetiré una vez más – indicó – Baja el arma.

Ni de coña.

Nadie iba a alejar a Ashley de mis ojos bajo ninguna circunstancia. Robin era un monstruo demasiado despiadado y no quería ni imaginar lo que haría si se quedaban a solas.

Sirimiri entre cicatrices Donde viven las historias. Descúbrelo ahora