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MARATÓN 2/2🌧

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Aiden

Sabía que se había dormido, hacía al menos una hora. Y tenerla dormida entre mis brazos era una de las mejores sensaciones que había experimentado en la vida.

Que cursi te estás volviendo.

La película había terminado hacía diez minutos, pero no me atrevía a moverme por miedo a despertarla. Debía cambiar de posición porque si Ash pasaba toda la noche así, mañana se levantaría con dolor de cervicales. Y yo me estaba meando.

Pese a lo que mi interior me gritaba, cogí su cabeza entre mis manos y la dejé suavemente en el cojín, rezando para que no se despertara. Aparté el portátil y me deslicé lentamente para salir de la cama. Antes de entrar en el baño la miré unos segundos.

Su rostro estaba tranquilo y en paz. Sus labios y mejillas, teñidas levemente de rojo, hacían contraste con su pelo negro. Tenía los labios entreabiertos y su pecho se movía rítmicamente, indicando que estaba inspirando y expirando.

Nunca había visto eso. Una chica durmiendo en mi cama. Y llevaba más de dos horas en mi habitación sin que hubiéramos hecho nada sexual.

Y no porque no me apeteciera.

Pero quería tomarme las cosas diferentes con Ashley. Porque era muy consciente que todo era diferente con ella.

No solo despertaba en mí ese deseo, despertaba muchas más cosas que no reconocía en mí. Con ella era yo mismo, porque Ashley estaba sacando a relucir el Aiden que ni siquiera yo conocía y eso me encantaba. Me sentía mejor siendo así. Siendo Aiden y no Blake.

Nunca había sonreído tanto antes de conocerla. Nunca había tenido tanto miedo de algo antes de conocerla. Nunca había sentido las cosas que sentía estando cerca de ella antes de conocerla.

Y eso me asustaba.

No estaba seguro de cómo conseguía hacerlo. Cómo me sentía cómodo siendo Aiden, el chico simpático y divertido que ya nadie recordaba, y no Blake, el reservado y frío que todos conocían.

Sacudí la cabeza, apretando los labios levemente.

Cuando salí del baño me aseguré de que Ashley aún estuviera dormida y llevé las bolsas de palomitas, ya acabadas, a la cocina. Saqué una botella de agua de la nevera y me dirigí al salón, dónde estaban Axel y Hope. El sonido del plástico resonó cuando me senté en el sofá, abriendo la botellita.

—¿Agua? ¿A la... —Axel miró el reloj – una de la mañana? Joder, sí que te afecta tener a Ashley aquí.

No le contesté y procedí a echar un trago. Tenía la boca seca y no necesitaba una cerveza en esos momentos. Necesitaba estar tranquilito y sin alcohol recorriendo mis venas si pretendía dormir en una cama con Ashley a menos de un metro sin intención sexual.

Aparte, no quería oler a alcohol estando cerca de ella. Era un olor desagradable y no quería que nada de mí le resultara desagradable.

Repito. Cursi.

Suspiré mirando al techo con una diminuta sonrisa. Nunca imaginé que pensaría esas estupideces. Creo que pasaron unos minutos largos antes de que escuchara una voz.

—Diez – dijo repentinamente Hope, haciendo que yo y Axel la miraramos extrañados – Hoy te he visto sonreír diez veces, Blake. Y no es que seas un amargado ni nada...

—Un poco sí – murmuró Axel.

—...pero te sienta bien, ¿sabes?

Me estaba mirando fijamente mientras una pequeña sonrisa curvaba sus labios. Se levantó y cuando pasó por mi lado me removió el pelo antes de dirigirse a su habitación.

Sirimiri entre cicatrices Donde viven las historias. Descúbrelo ahora