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Desperté no sé cuánto tiempo después.

Efectivamente, ya no notaba la presión en los tobillos ni en las manos, así que estaba desatada.

Traté de incorporarme y lo conseguí, quedándome sentada en el suelo.

Por un momento había pensado que todo esto no había ocurrido, pero cuando vi que los demás también se levantaban lentamente del suelo, supe que era real.

Aiden fue el primero en incorporarse. Se acercó a mí rápidamente, pero me levanté antes de que me ayudara a hacerlo.

Lo miré cuando lo noté a mi lado y, por primera vez en unas horas, observé sus ojos claros. Desvié la mirada rápido y él, en un leve suspiro, cogió mi mentón suavemente para observar mi herida.

—Habrá que curarlo.

No me permití observar sus facciones ni la expresión que tenía y carraspeé, centrándome en los demás.

Hope estaba ayudando a su hermano a incorporarse y Luke acababa de ponerse de pie.

Observé rápidamente que todos estuviéramos bien y Luke se acercó. Hizo ademán de abrazarme, pero lo detuve.

Si me abrazaba me volvería a poner a llorar y ahora mismo no necesitábamos eso.

—¿Estamos todos bien? – preguntó Axel cuando se levantó.

—Si – respondió Luke.

No hablamos más mientras salíamos, dirigiéndonos hacia el coche, que estaba cómo lo habíamos dejado horas antes.

Ya era de noche, señal de que habíamos estado mucho tiempo ahí dentro.

Cada uno ocupó su asiento y los gemelos se subieron al coche de Luke, dejándonos a Aiden y a mí solos y sumidos en un silencio sepulcral.

Aiden no habló en la larga hora de trayecto restante, pero cuando subimos al coche me cogió una mano y, entrelazando sus dedos con los míos, la dejó así todo el viaje.

De alguna manera eso hizo que mi corazón se calmara.

Aiden

Apreté la mandíbula mientras aparcaba el coche en el aparcamiento de arena.

De hecho, llevaba todo el viaje apretándola y ya empezaba a doler.

Lo primero que debía decir era que, efectivamente, Robin había dejado de vigilarme, lo que indicaba que decía la verdad. Aunque ya sabía que no mentía, Robin no solía mentirme.

Y lo segundo era que me estaba controlando bastante bien, sin embargo mis ganas de ir a buscar a Aaron en persona y meterle una bala entre ceja y ceja no disminuían.

Pero no podía hacer eso ahora mismo.

Hasta se me había ocurrido pedirle a Ash que me dijera dónde habían llevado al cadáver de Max y dispararle de nuevo. Muchas veces seguidas. Hasta que ni siquiera fuera un cadáver, sino una masa extraña sin forma.

Ash no se movió cuando aparqué y comprobé que no estaba dormida, simplemente con los ojos clavados al frente y sin expresión alguna.

—Lo siento – murmuró de repente.

No oculté mi sorpresa y giré todo mi cuerpo hacia ella.

Iba a preguntarle, pero se adelantó.

—Debería habértelo contado antes, merecías saberlo.

—Era tu decisión contarlo o no, yo también tengo secretos que intento olvidar.

No pareció curiosa, ni siquiera me miró.

Sirimiri entre cicatrices Donde viven las historias. Descúbrelo ahora