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MARATÓN 2/2🌧

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Cuando entré en la cafetería de nuevo no encontré a mis amigos en la mesa, sino que estaban en la barra.

Me acerqué y pellizqué a Mel, para hacer notar mi presencia. Se le iluminaron los ojos y me miro con picardía.

—¿Y bien? – preguntó.

—Mañana va a venir a recogerme – articulé rápidamente.

—Ves como si estaba interesado en ti – suspiré y vi como Luke pagaba – Seguramente antes se distanció porque es como un Edward Cullen teñido.

—Y con ojos azules – le dije.

—El caso es que es un vampiro.

—O un Christian Gray.

—O un narco.

—O un demonio.

—O un...

Mel fue interrumpida por Mike, que estaba sorbiendo de su casi inexistente segundo batido, y que se asomaba por mi hombro.

—¿De qué habláis y por qué implican seres sobrenaturales? – preguntó.

—Cosas nuestras – respondí, mirando a Mel inocentemente.

Él solamente elevó los hombros en un gesto de indiferencia.

—¿Así que...? – preguntó Luke cuando todos salimos de la cafetería.

Se me quedó mirando así que supuse que me preguntaba a mí.

—Chicos, mañana tengo una cita a las once – dije ilusionada.

Hacía siglos que no tenía ninguna cita.

Más que siglos.

Desde Max...

Luke me miró escéptico mientras Mel daba palmaditas.

—¿Con ese? – dijo Luke.

—Sí, se refiere a ese tío imponente y de aura misteriosa de antes – aclaró Mel.

—Exactamente ese.

Luke no dijo mucho más, pero vi que Aiden no le había dado una buena impresión. En cambio, Mike se adelantó y se puso a caminar de espaldas a nosotros para poder mirarnos.

—¿No me vas a remplazar verdad? – inquirió.

—Sería imposible.

—En eso tienes razón, es prácticamente imposible encontrar a otro ser en el mundo tan pesado y estúpido – dijo Mel entre risas.

A estas nos unimos todos, menos Mike que se enfurruñó mientras seguía andando.

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Era sábado y, como de costumbre, me las había arreglado para levantarme tarde. Había dado por hecho que ya me habría despertado sola hacia las nueve y no me había puesto alarma. Eran las diez y media cuando salí de la cama.

Vale, tenía prácticamente media hora para vestirme, prepararme y comer algo rápido. Era una misión imposible si quería salir de aquí decente. Intenté no cambiarme veinte veces de ropa, pero fue inevitable.

Acabé decidiéndome por una sudadera simple ancha y unos tejanos que se ajustaban a mis piernas. Mis confiables bambas y un poco de colonia.

Estuve a punto de tocar la puerta de Mel, pero decidí que ya le contaría después.

Mientras bajaba las escaleras me pregunté a donde iríamos. ¿Querría ir a comer? ¿O simplemente a dar un paseo? Había unos jardines muy bonitos no muy lejos.

Me cogí un bollo en la máquina expendedora y me senté en un banco, esperándolo, mientras, hacía tiempo con el móvil.

Creo que fue a partir de las doce cuando perdí la ilusión.

Me había preguntado varias veces si habría escuchado bien la hora. Era imposible que se refiriera a las once de la noche, así que cuando tocaron las doce, subí a mi habitación.

Cerré la puerta dando un portazo, me sentí ridícula y decepcionada.

Me había dicho que pasaría a recogerme. Me lo había dicho. Y yo me había ilusionado, pensando que era el primer chico después de Max. Después de tanto tiempo sin dejar entrar a un chico en mi vida.

A causa del portazo, Mel entró en mi habitación poco después. Me dijo que no me desilusionara y que seguramente tendría alguna razón para no haber venido.

Melody era una buena amiga, tenía suerte de tenerla como apoyo.

Se fue poco después y yo quedé con Maya para ir a comer.

Necesitaba centrarme en otra cosa, porque lo único que me apetecía en esos instantes era insultar a Aiden por haberme dejado tirada. Y, como ni siquiera tenía su maldito número, solo podía insultarlo a sus espaldas y en mi interior.

Eran cerca de las cinco de la tarde cuando decidí llamar a Luke para ver qué hacía. Estaban en su piso con Mike y Mel, así que nos acercamos.

Llegué en tiempo récord porque no me había molestado en arreglarme y toqué al timbre. Poco después Mel abrió la puerta y me dejó pasar junto a Maya.

—Así que le han roto el corazón a mi pobre Ashley, ¿verdad? – dijo Mike con fingida tristeza.

—Qué gracioso, pero se necesita más para romper este corazón de hierro.

Y después, simplemente estiré las piernas y coloqué los pies en la mesa que tenía delante.

—¿Miramos una peli? – nos dijo Luke con la boca llena.

—¿Puedo escoger yo?

—No – respondimos al unísono los cuatro.

—Sois malos – refunfuñó Mel.

—Siempre escoges el mismo tipo de películas – dijo Maya.

—A mí me provocan pesadillas – completé.

Acabamos poniendo una peli mala de policías corruptos. Al final mataban al prota y eso nos descolocó un poco a todos, hasta a Mike, que se había dormido a mitad de la trama.

Luke nos preparó para cenar unos bikinis calentitos con jamón y queso y eran cerca de las diez y media cuando salimos de allí. Íbamos a llevar a cuestas a Maya, que se había dormido en el sofá, pero los chicos nos dijeron que ya mañana se iría, que la dejáramos dormir allí.

Yo y Mel salimos y empezamos un pequeño paseo hasta la residencia. Cuando llegamos a la puerta, ella entró dejándola abierta para que me metiera a resguardarme del frío.

Volví mi vista atrás una última vez, miré la calle y escuché el reloj de la plaza sonar, indicando las once en punto.

Me deslicé a través de las escaleras y Mel abrió la puerta de su habitación, invitándome a pasar. Negué con la cabeza con una débil sonrisa y nos despedimos antes de que cada una entrara en su cuarto.

Sirimiri entre cicatrices Donde viven las historias. Descúbrelo ahora