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El domingo comenzó a las doce de la mañana, con un rayo de sol entrando por la ventana que Mel acababa de abrir. Me revolví e intenté taparme hasta los ojos para evitar la molesta luz del día.

—Cierra eso – murmuré.

—Buenos días – contestó Mel.

—Hay que levantarse, bella durmiente – dijo una voz reconocida.

Suspiré y, abatida, me quité las sábanas de la cabeza para observar mi entorno, buscando la tercera voz.

Mike y Luke estaban en la puerta de la habitación. Mike, que era el que había hablado, tenía una expresión divertida y Luke estaba mirando el reloj, visiblemente nervioso.

Cuando los vi en la puerta suspiré de nuevo y me volví a tapar, acomodándome boca abajo.

—Dejadme dormir – me quejé.

—Ash, no sé si lo recuerdas, pero hoy tenemos una comida muy especial – dijo Luke.

—¿Especial? – murmuré.

—Especial porque es con nosotros, obviamente – dijo Mike.

Suspiré por quinta vez desde que me había despertado y me impulsé un poco con los brazos para mirar a mis amigos.

—Tienes veinte minutos para prepararte – avisó Luke.

—O nos vamos sin ti – dijo Mike, señalándome con un dedo.

Los chicos salieron de la habitación y Mel me dirigió una mirada antes de guiñarme un ojo.

—Ponte guapa – me dijo.

—Yo siempre estoy guapa – bromeé y vi su sonrisa.

Una ducha rápida y unos minutos necesarios para peinarme después, salí de la habitación vestida con unos tejanos que tenía flores blancas, una sudadera azul y unos botines negros.

Estaba segura de que habían pasado más de veinte minutos, pero cuando salí de allí mis amigos estaban en el coche, esperándome.

—Por fin – farfulló Luke cuando entré mientras Mike arrancaba.

Me senté detrás con Mel y me informaron de que Maya y Blair vendrían con su coche, así que no hacía falta pasarlas a buscar.

Me pasé todo el camino hacia el restaurante mirando las nubes que parecían tener una vida más interesante que la mía. Mi móvil sonó en mi regazo.

—¿Quién es? – me preguntó Mel.

—Mi madre – respondí mientras le contestaba a mi madre que este domingo no iríamos y que después la llamaría.

Puse el móvil en silencio y decidí volver a mirar la carretera.

Llegamos al restaurante antes de lo esperado. Bajé del coche junto con mis amigos y entramos en este. Nuestra mesa estaba en la última sala y me senté entre Mel y Mike.

Miré la carta con interés porque no había comido nada en casi doce horas. Pedimos un vino mientras esperábamos a que Maya y su no-novia aparecieran.

Aparecieron poco después y volví a notar mi móvil vibrando en mi chaqueta. Lo ignoré y me levanté para poder abrazar a Blair, que nos dedicaba una sonrisa.

—¿Ya sabéis que vais a pedir? – preguntó una camarera poco después.

Pedimos todos y la camarera se marchó con las cartas en mano. Apoyé mi cabeza en mis manos y le sonreí a la parejita.

—¿Qué tal vais? – les pregunté.

Blair le dedicó una sonrisita insegura a Maya y ella carraspeó.

Sirimiri entre cicatrices Donde viven las historias. Descúbrelo ahora