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La semana siguiente transcurrió tranquilamente. Y la siguiente a esta también. Y los dos meses que siguieron a ese suceso, igual.

Y lo único que había sabido de Aiden fue que había arreglado mi ventana. Bueno, encargado que la arreglaran.

Estábamos a unas pocas semanas de comenzar las vacaciones de Navidad, y yo no tenía ni una sola noticia de Aiden. No había habido encuentros casuales, ni él había venido a verme.

Y, a pesar de que había ido varias veces a tocar a la puerta de su piso, nunca estaba allí.

Admito que estaba muy enfadada.

Mis llamadas y mensajes seguían sin respuesta y estaba preocupada. Por Hope, por él y por los demás. No podía desaparecer sin más y sin darme ninguna explicación a lo que había sucedido en la discoteca.

Sin contar que una parte de mí lo echaba de menos.

Estaba cenando con Mel, Maya y Mike en el piso de este último. Hablando de algún tema relacionado con Mike y su queja de que siempre nos acabábamos quedando a dormir los viernes. Luke había salido con el misterioso chico de la discoteca a "cenar". 

Y sí, lo pongo entre comillas.

—El último viernes no nos quedamos – dijo Mel.

—Ni el anterior – dije yo mientras masticaba un trozo de pizza. – A no, espera, el anterior sí que nos quedamos – rectifiqué.

—Cada viernes os quedáis a dormir – dijo Mike.

—Nos metemos en la habitación de invitados siempre – dijo Mel – o, si yo voy muy pedo, en el sofá – bebió un poco de cerveza y cogió un trozo de pizza.

—Pero que haya dos chicas durmiendo a pierna suelta en el sofá de mi apartamento hace que las que vienen a verme esporádicamente se sorprendan – defendió Mike.

—¿Y? – inquirió Mel.

—Y eso me hace parecer un mujeriego.

—Pero si es lo que eres – le dije.

—Haré ver que eso no me ha ofendido porque sé que no lo piensas – dijo sin siquiera mirarme.

Rodé los ojos y miré a Maya, que observaba la escena.

—Sigo sin saber por qué no quieres dejarnos dormir aquí los viernes – dijo Mel.

—No he de tener una razón – dijo Mike simplemente – Es mi casa.

Mel lo miró con detenimiento y esbozó una sonrisa.

—Ya sabemos que te causa una gran distracción por las mañanas el ver a dos chicas tan atractivas como nosotras pasearse por tu piso, pero ten un poquito de solidaridad – bromeó.

Yo sonreí, pero no se me escapó que Mike bajaba la barbilla y sus mejillas se enrojecían casi imperceptiblemente.

—Deberíamos llamar a Luke para comentar esto – dijo Mel – También es su casa, ¿sabes?

Suspiré, divertida y Maya se levantó para ir a la cocina. Teníamos pensado ver una película después de esto, así que decidí abrir Netflix para ir escogiendo alguna.

—Lleva como diez minutos vibrando – dijo Maya cuando volvió de la cocina con mi móvil en las manos.

Cogí mi teléfono. Tenía nueve llamadas perdidas del chico que me había estado preocupando durante los últimos dos meses y una de otro número desconocido diferente. Qué raro.

Mientras me estaba debatiendo entre llamar a los números o dejar que me volvieran a llamar, mi móvil vibró y yo, sorprendida, casi hice que se resbalara entre mis manos. Me levanté lo más rápido que pude y acepté la llamada mientras entraba en la habitación de Luke, cerrando la puerta a mi espalda.

Sirimiri entre cicatrices Donde viven las historias. Descúbrelo ahora