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Eran las doce y media y nos acabábamos de despedir de mi familia.

Teníamos localizado un bar de carretera para parar a comer, así que nos subimos en el coche con Luke ocupando el de atrás.

—Gracias – dije cuando llevábamos unos minutos de viaje.

Los gemelos se asomaron, confusos.

—¿Por qué?

—Por haber venido conmigo, esto...no hubiera sido lo mismo sin vosotros.

Hope me dedicó una sonrisa y Aiden me miró de reojo.

—Sin esta paleta hubiera sido mejor – y Axel señaló a su hermana.

Y volvieron a discutir, así que, riendo, me acomodé para poder dormir.

—¿Tienes sueño? – me preguntó Aiden.

Asentí.

—Qué curioso – y pude sentir su sonrisa sin verla – Debes descansar más por las noches, Kent.

—Estoy seguro de que cierto señorito la agotó bastante ayer por la noche – comentó Hope asomándose de nuevo tras finalizar la discusión con Axel.

Abrí los ojos, escandalizada, mientras la miraba fijamente.

Ella se quedó unos segundos callada y luego se le escapó una risita.

Mi corazón volvió a calmarse cuando entendí que era una broma y todos los del coche explotaron en risas.

Axel también se asomó, empujando a su hermana.

—Pues yo pensaba que lo decías en serio, —le dijo a su hermana antes de girarse hacia mí – yo sí que os escuché. Prácticamente las paredes vibraban.

Le pegué en el hombro, pero, aun así, acabé uniéndome a las carcajadas que compartían mis amigos.

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—Qué...exótico – dijo Axel cuando por fin entramos a comer en el bar -, precioso – añadió.

—Espero que eso fuera sarcasmo – dijo Luke detrás de él.

Rodé los ojos mientras me dirigía a la barra.

El bar estaba bastante vacío, menos por una camarera que ocupaba la barra con una mirada de aburrimiento total y unas tres mesas con parejas que no tenían tampoco muy buena cara.

Eso sí, había una especie de escenario al fondo de la sala con una luz que lo enfocaba de lleno.

Nos sentamos en una mesa mientras esperábamos que nos trajeran la comida, yo mirando alternativamente a mi espalda.

Algo me decía que nos estaban vigilando.

Aiden parecía percibir algo similar porque también echaba ojeadas a su espalda y a todo el local de vez en cuando, lo que aumentaba mis nervios.

Aunque a mitad de la comida, la sensación desapareció y me sentí más tranquila.

Comimos en completo silencio, menos por Luke y Axel que hacían comentarios alternativos, y cuando terminamos, Aiden desapareció extrañamente apurado por la puerta.

—Esperemos que no se haya fugado porque tenía que pagar él.

—No se ha fugado, estúpido.

—¿Puedes dejar de insul...?

—No.

Puse los ojos en blanco.

Me levanté para salir a buscar a Aiden, que estaba tardando un poco.

Sirimiri entre cicatrices Donde viven las historias. Descúbrelo ahora