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Eran las seis de la tarde y estábamos todos reunidos en el salón, hablando de la carrera de esta noche.

—Robin no tiene ninguna prueba de que estéis con nosotros, así que nosotros haremos las mismas salidas que haríamos si no estuvierais aquí. Robin no atacará a nada ni nadie hasta que esté seguro de dónde estáis – nos explicó Wyatt.

Asentimos. Aiden estaba a mi derecha y Hope a mi izquierda en el sofá y, no fue hasta que Aiden tocó mi pie, que me di cuenta de que había estado moviéndolo con nerviosismo.

—¿Qué ocurre? – me preguntó al oído para que nadie más nos oyera.

—Nada – respondí rápidamente y le dediqué una pequeña sonrisa.

Me miró con duda, pero poco después volvió a la conversación que protagonizaba Wyatt.

—No estáis encerrados aquí ni mucho menos, ya habéis salido otras veces, pero hoy no habrá nadie con vosotros, así que sería mejor que no os movierais – estaba diciendo en ese momento – Volveremos antes de las tres de la mañana, si todo va bien.

Mel, Mike y yo asentimos, mirándonos entre nosotros. Los demás se levantaron.

Aiden se quedó a mi lado y colocó una mano sobre mi pierna para llamar mi atención.

—No sé qué es lo que tienes planeado, – susurró – pero no es una buena idea.

—No tengo nada planeado, Aiden.

Nos miramos durante unos segundos fríos y él acabó por torcer el gesto y relajar los rasgos. Se acercó para darme un beso en la mejilla, muy cerca de la comisura de los labios, y me habló suavemente al oído.

—No es necesario que me mientas, Ash. Estoy de tu lado, no soy tu enemigo – me dijo y empezó a alejarse.

Nos quedamos a centímetros, nuestros labios casi tocándose. Se adelantó y presionó sus labios contra los míos unos segundos.

Seguía sin acostumbrarme a las muestras de cariño.

—No hagas ninguna locura, Harper – susurró y se levantó para seguir a sus amigos.

Me dirigió una última mirada antes de desaparecer por el pasillo. Me respaldé en el sofá, mordiendo mi labio inferior. Era la primera vez que Aiden me llamaba por mi apellido. Ni siquiera sabía en qué momento lo había escuchado, pero el hecho de que me llamara por mi apellido hizo la situación más seria.

Suspiré pesadamente y miré a mis amigos. Los dos me observaban desde el sofá de delante.

—¿Qué? – pregunté.

Mel sonreía y se encogió de hombros. Mike estaba con un gesto torcido. Me levanté para dirigirme a la habitación de Aiden, pero Mike me detuvo antes de que abriera la puerta.

Cuando me giré para encararlo, me envolvió rápidamente con los brazos, hundiendo su cabeza en mi cuello.

—Lo siento – susurró contra mi piel.

Sonreí débilmente y lo abracé.

—Sé que para ti también está siendo difícil esto. Y...sé que no es tu culpa, nunca te he culpado – continuó.

—No tienes que disculparte. Lo del apartamento...debe haber sido duro – respondí – Estoy aquí siempre que necesites hablar, ¿vale?

Nos alejamos y le sonreí. Él me devolvió la sonrisa débilmente.

—Yo también estoy aquí para lo que sea. Siempre lo estaré, aunque esté enfadado – reí y me giré a la habitación.

Lo escuché suspirar y hablar detrás de mí.

Sirimiri entre cicatrices Donde viven las historias. Descúbrelo ahora