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Veinte canciones y unos gritos más y ya estaba tumbada en el suelo con la respiración agitada.

—Buenas noches – murmuró Luke dándome una palmadita en la pierna subiendo las escaleras junto a Jason.

Wyatt desapareció poco después, y Mel y Mike no tardaron en seguirlos.

Vi como Aiden asomaba la cabeza con las cejas fruncidas, observándome.

Una idea cruzó mi mente y me levanté de golpe.

—Wow, despacio – dijo Aiden apartándose junto antes de que nuestras cabezas chocaran.

Me estabilizó para que no cayera, me aseguré de que los gemelos dormían en uno de los sofás y me quité la camiseta por la cabeza.

Aiden entreabrió los labios, sorprendido.

Empecé a caminar de espaldas hacia el pasillo que llevaba a la piscina con una sonrisita.

Aiden no tardó en entenderme, seguirme mientras yo acababa de desvestirme torpemente sin dejar de caminar y observé como él se quitaba la camiseta por la cabeza con la misma expresión que yo.

Cuando ambos estuvimos en ropa interior, yo corrí para llegar a la piscina.

Él me persiguió mientras mis risitas se escuchaban y, cuando llegué a la piscina, me tiré de bomba.

Ni siquiera me dio tiempo a sacar la cabeza del agua cuando noté unas manos en mis piernas.

Una mano tiró y me arrastró por el agua hasta que mi pecho chocó con el de Aiden mientras mi cabeza salía a la superficie.

Cuando mis ojos conectaron con los suyos, no tardé en abalanzarme sobre sus labios ferozmente.

El alcohol que había ingerido era el suficiente como para hacerme más atrevida, pero no como para no pensar las cosas antes de hacerlas.

Aiden no tardó en reaccionar ni dos milésimas de segundo, porque subió la mano y rozando deliberadamente mis piernas, posicionó las manos en mi trasero y lo apretó hacia él.

—Veo que la canción ha hecho que algunas partes de ti...burbujeen – bromeó.

Yo sonreí contra sus labios mientras él elevaba mis piernas para ponerlas alrededor de su cintura y, rozando la piel sensible de mi espalda en el acto, subió una de sus manos hasta mi nuca y me atrajo más, como si eso fuera posible, para intensificar el beso.

Mi espalda chocó contra la pared de la piscina y yo lo acerqué más hacia mí con las piernas, envolviéndolas mejor a su alrededor.

Me apoyé en sus hombros y me alejé un poco mientras humedecía mis labios.

—¿Dónde lo habíamos dejado esta mañana? – pregunté.

—No sé si esto es muy buena idea – murmuró.

—Yo creo que és la mejor idea que he tenido – dijo yo en respuesta.

—¿Está eres tú o el alcohol?

Pensé un poco y encogí un hombro.

—Una mezcla de ambos.

Él me miró con una sonrisa divertida.

—¿Estás haciendo una lista? – preguntó.

Lo miré, extrañada.

—De lugares...peculiares en los que tener sexo – murmuró.

Una risita subió por mi garganta.

—Exacto – dije –, este es el segundo.

—¿Y cuantos más hay, señorita Kent? – dijo, divertido.

Sirimiri entre cicatrices Donde viven las historias. Descúbrelo ahora