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🌧 MARATÓN 1/2 🌧

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Íbamos por la tercera ronda de cervezas cuando una rubia embutida en un vestido escarlata de otra mesa se acercó a la nuestra con tranquilidad. La chica era espectacular así que no me sorprendí cuando todos los de las demás mesas giraron la cabeza para mirarla mientras se sentaba encima del tablero de póker, específicamente enfrente de Aiden.

Este no levantó la vista de sus cartas ni hizo ningún movimiento que diera a entender que la había notado, ni siquiera cuando la rubia habló.

—Te echo de menos en la carretera – indicó mientras se relamía los labios de manera seductora — Y en la cama — añadió, sin pelos en la lengua.

Una punzada de celos me atravesó completamente. No la conocía, pero ya odiaba a esta chica. Me fijé en las expresiones de los presentes y me complació notar que no era a la única a la que no le gustaba la rubia.

Jason carraspeó sonoramente, haciendo que la chica se girara para encararlo.

—¿Y qué te hace creer que nos interesa, Lindsey? – inquirió de manera seca.

—No estaba hablando contigo, cariño – dijo con una sonrisa demasiado exagerada – Creo que Blake sabe expresarse por si solito – volvió la vista al aludido y, cómo no vio ninguna reacción en él, posó su tacón de diez centímetros en su silla, exactamente entre las piernas, tocando la madera —¿verdad, amorcito?

Mis ojos se salieron de sus órbitas, aunque lo disimulé bastante bien.

¿Amorcito?

Lo único que me consolaba era ver que Aiden no parecía reaccionar a Lindsey y a sus movimientos. Sabía que no tenía derecho a sentirme celosa, Aiden y yo no éramos nada, pero no pude evitar que me inundara la decepción y la rabia.

Aiden seguía impasible, mirando las cartas que ya debía de tener memorizadas. Tardó en contestar, así que Lindsey alargó la mano y, con sus perfectos y finos dedos y sus uñas pintadas de rojo pasión le levantó el mentón suavemente.

Apreté los labios un poco.

Aiden estuvo obligado a mirarla, y lo hacía con una expresión que podría atemorizar a cualquiera.

—¿Tú no me has echado de menos? – dijo ella en un tono lastimero.

—Ni un poquito – dijo Aiden secamente y con indiferencia.

Lindsey no pareció muy decepcionada. Su mano bajó por el cuello de él y, cuando iba a llegar a su pecho, este la tomó de la muñeca para apartarla. La sonrisa de la rubia se ensanchó.

—¿Qué pasa? – inquirió Lindsey juguetonamente.

—Vete.

—Siempre me dices lo mismo – dijo Lindsey separándose un poco.

Aiden la soltó y la rubia se bajó de la mesa con un saltito.

—Pero siempre me acabas llamando a las tres de la mañana para descargar tensiones, ¿verdad? – le dijo con un guiño de ojo mientras se alejaba a su mesa.

Aiden tensó la mandíbula visiblemente.

—Estaré esperando esa llamada tuya, Blake – dijo antes de seguir su camino – y créeme, soy muy paciente – otro guiño.

¿Tienes un jodido tic en el ojo o qué?

Inspiré profundamente y Aiden volvió a mirar sus cartas. Sentía los ojos de algunos de la mesa sobre mí mientras yo analizaba la situación.

Sirimiri entre cicatrices Donde viven las historias. Descúbrelo ahora