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A Aiden pareció sorprenderle mi decisión y, si soy sincera, mi decisión me sorprendió hasta a mí, pero no discutió y pasó por mi lado sin rozarme para entrar.

Subí las escaleras y me detuve en mi habitación. No recordaba si la había dejado ordenada o no cuando salí, pero no me importaba demasiado.

Giré la llave y entré. Me senté en mi cama y vi como él cerraba la puerta y observaba mi habitación con atención. Se me hacía extraño que estuviera ahí, pero no incómodo.

Mi habitación no era gran cosa. Había una estantería donde estaban mis preciados libros y eso era lo más destacado de ahí. Todo lo otro eran papeles de la universidad, mi portátil y más papeles y libretas.

—¿Te gusta leer? – preguntó acercándose a la estantería y mirando mis libros con atención.

—Mucho – respondí, contenta de hablar de algo que me apasionara —¿A ti?

—Nunca me ha apasionado – respondió, sentándose a mi lado.

Nuestros hombros casi se rozaban y yo era demasiado consciente de ello.

—Creo que a la gente a la que no le gusta leer es porque aún no han encontrado el libro perfecto para ellos – opiné – Una vez encuentras ese libro ya ves los libros de otra manera.

—¿Y cuál fue ese libro para ti? – preguntó mirándome.

Sonreí recordando el primer libro que me apasionó y lo miré.

—Lo perdí hace un tiempo y no he vuelto a encontrarlo. Era el Principito.

Me observó unos largos segundos, como si intentara ver a través de mí. Eso me intimidaba y agradaba a partes iguales.

—¿Por qué te marcó tanto?

Lo pensé unos segundos, aunque la respuesta salió de mis labios sin pasar antes por mi mente, como de manera automática.

—Fue por el final. El autor deja una nota en la que dice que, si algún día encontramos a un niño perdido que dice tonterías de que pertenece a otro planeta y sobre una rosa, que por favor lo avisemos - me detuve, ni siquiera me daba cuenta de la sonrisa de felicidad que esbozaba - No sé por qué exactamente, pero me puse a llorar. Creo que fue porque era tan...real. El cuento es toda una fantasía llena de enseñanzas y luego va el autor y te da a entender que es real...fue muy...no lo sé - me centré de nuevo en él, volviendo a la realidad - Simplemente me marcó, es difícil de explicar.

Seguía observándome abiertamente, con una ligera sonrisa en los labios.

—Me gusta esa expresión - dijo - Cuando hablas de algo que te apasiona pareces más...viva.

Enrojecí ligeramente y aparté la mirada. Él cambió de tema, señalando un libro en mi estantería.

—¿Los has leído todos?

—Ajá.

—¿Cincuenta sombras también?

Desvié la mirada y carraspeé, rezando porque no conociera las películas.

Pero sabía perfectamente lo difícil que era que alguien no las conociera y el brillo en sus ojos me hizo comprender que lo había adivinado.

—Así que Cincuenta Sombras, ¿eh? —dijo él con una sonrisa.

—Ajá – respondí.

De alguna manera, supe que cambió de tema para evitarme más vergüenza.

—Pues quizá tienes razón y aún no he encontrado mi libro especial – razonó.

—Lo encontrarás en algún momento.

Sirimiri entre cicatrices Donde viven las historias. Descúbrelo ahora