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Era viernes y eran las ocho cuando recordé lo de Aiden. Había estado pensando en eso hasta ayer, pero mágicamente mi mente había decidido obviar lo de la fiesta hasta ahora.

Eres un desastre.

Llamé a la puerta de Mel mientras movía mi pie con nervios. Abrió mientras se comía una patata y yo entré rápidamente en su habitación.

—Aiden viene a las nueve.

—¿¡Nueve!? – dijo alarmada.

—Nueve – confirmé.

Los siguientes minutos los pasé duchándome. Me depilé gracias a una sugerencia-barra-obligación de Mel porque decía que siempre había que estar preparada y cuando salí me sequé el pelo rápidamente mientras me enseñaba algunos vestidos sacados de mi propio armario, haciendo énfasis en los que más le gustaban.

Yo movía la cabeza indicando negación a cada uno de ellos hasta quedarme sin opciones. Entonces ella decidió invadir su propio armario y repetir la acción de antes.

Tampoco me acababa de convencer ninguno.

—Iré en tejanos – dije mientras cerraba el secador y cogía el peine.

—No – negó con la cabeza repetidamente.

—Sí – dije – son más cómodos.

—¡No! – repitió, rebuscando de nuevo en el armario inútilmente.

Eran las nueve y diez cuando salí de la habitación de la residencia con unos tejanos blancos que se me pegaban como una segunda piel y una blusa roja con una chaqueta de cuero. Bajé las escaleras de dos en dos y salí a la fría noche justo antes de que por mi mente pasara una cosa.

Ayer Aiden estaba borracho y en una pelea con Axel. Quizá la fiesta se había cancelado y no me había enterado.

Pero mis nervios se esfumaron cuando localicé el coche de Aiden Blake aparcado. Él estaba apoyado en la pared, al lado de la puerta de mi residencia. Se giró a mirarme a pesar de que no hice ningún ruido para hacer notar mi presencia y sus ojos me recorrieron de pies a cabeza.

Lo imité. Iba vestido con unos tejanos negros y una camiseta azul. Llevaba su distinguido arito en la oreja y un anillo de plata en el dedo de la mano derecha.

Lo miré a los ojos y cuando iba a hablar mi móvil vibró en mi bolsillo trasero. Él me dirigió una mirada y yo empecé a caminar hacia su coche mientras aceptaba la llamada de Luke.

—¿Qué pasa? – contesté.

—Mel me ha dicho que no vienes con nosotros hoy – dijo y yo esperé —¿Vas con ese chico?

Cerré los ojos intentando pensar en una respuesta. Me sentía como una adolescente mintiendo a su padre. Pero no quería mentirle, ni iba a hacerlo.

—Y encima se va a otra fiesta ilegal – escuché a Mike.

—Sí, voy con él – dije abriendo la puerta del coche de Aiden.

Vi cómo él se subía de piloto y cerraba la puerta.

—¿Nos abandonas por el primer guaperas que te encuentras? – dijo Mike.

Sonreí mientras mis mejillas se teñían de rojo. Vi como una pequeña sonrisa se dibujaba en los labios de Aiden mientras este metía la llave de contacto y encendía el motor, dando marcha atrás para salir del aparcamiento.

—Hace menos de una semana me dijiste que ya no me querías en tu sofá, Mike – le recordé.

—Nunca dije que no te quisiera en mi cama – apuntó este.

Sirimiri entre cicatrices Donde viven las historias. Descúbrelo ahora