𝑷. 𝑰𝑰: 𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝒕𝒓𝒆𝒊𝒏𝒕𝒂 𝒚 𝒔𝒊𝒆𝒕𝒆

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Dejar a mi mamá y a mi hermana por primera vez fue difícil, aunque estaba listo para empezar la universidad, había trabajado muy duro para conseguir mi beca en Cambridge y era momento de hacer a mi mamá orgullosa. Empaqué mis cosas con ayuda de Stella mientras mi mamá trabajaba, le había prometido esperarla antes de irme a la estación de tren, el viaje duraría cuatro horas y media, si fuera en auto llegaría en la mitad del tiempo pero mi mamá se negó a que condujera esa distancia solo.

—Eso es todo, gracias —le dije al hombre que había subido mis maletas, dirigí mi mirada a mi mamá, quién lloraba incontrolablemente, me hacía dudar en si irme era mi mejor opción, estudiar en Holmes Chapel no estaba tan mal, así podría trabajar por las tardes y ayudarla con el dinero, pero sus brazos rodeándome me sacaron de mi mente.

—No puedo creer que te vayas, voy a extrañarte como no tienes una idea Hazzie— besó mi rostro múltiples veces y reí para evitar que mis lágrimas cayeran. La abracé con fuerza y me separé para mirarla a los ojos.

—Si necesitan algo, si algo sucede... lo que sea, solo llamen y vendré lo más rápido posible, ¿está bien? —Me acerqué a Stella y la abracé, jamás pensé que decirle adiós dolería tanto, no era para siempre, pero sí por unos años, o algunos meses antes de que pudiera regresar para verlas—. Prométeme que cuidaras de mamá —susurré y ella asintió. Besé su mejilla y las miré por última vez, no era bueno alargar tanto la despedida, eso solo lo haría más doloroso.

—Que tengas un buen viaje, te amamos— se despidió Stella. Con una sonrisa me di la vuelta y entré al tren. En cuanto sentí que nos empezábamos a mover dejé salir las lágrimas que había contenido desde que salí de mi casa. Estaba hecho, me mudaría a la universidad y me convertiría en un hombre.

La primera semana fue difícil, tuve que acostumbrarme a mi compañero de habitación y al cambio tan drástico de haber vivido con mi mamá y hermana toda mi vida a estar solo. Las clases no fueron demasiado complicadas al principio, aunque con el tiempo las cosas cambiaron.

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Había pasado alrededor de un mes desde que Harry llegó a la universidad, hacer amigos con su aroma peculiar no fué nada difícil, la mayoría de los alfas lo miraban por los pasillos de la escuela y varias omegas se le acercaban en busca de popularidad, aunque Harry nunca se molestó siquiera en ver a esos alfas, siempre fue amable con ellos pero mantuvo su distancia. Se hizo amigo de algunos betas y omegas que lo hacían sentir seguro, además de que lo distraían de sus pensamientos sobre regresar a Holmes Chapel.

—¿Entonces si me ayudarás, Harry? —preguntó una omega que había empezado a hablarle a Harry hacía unos días.

—Claro que sí Amelia, ¿por qué no lo haría? —respondió y la omega le dió un beso en la mejilla como agradecimiento. Estaban en el comedor aquel día, tenían varias horas libres debido a un juicio falso que estaban haciendo los de otros años y aprovecharían para estudiar para su primer examen de leyes.

—Creo que un águila te observa, Styles —comentó un chico frente al omega. Esa se había convertido en la frase más común entre ellos, cada vez que alguno detectaba a un alfa mirando a Harry bromeaban como si el omega fuera una presa siendo acechada por algún depredador. El omega miró sobre su hombro y notó que en efecto, un chico solo un poco más grande que él lo miraba desde su mesa, parecía ser alguien con dinero a juzgar por su ropa; tenía un hermoso cabello negro y lacio, lo tenía peinado para atrás y sonreía en dirección al rizado, quién no pudo evitar sonrojarse un poco, después de todo negar que era un alfa bastante atractivo era inútil.

—¿Sabemos quién es?— preguntó Amelia esta vez, ella también era de primer año, venía de una familia adinerada que se dedicaba al negocio de aerolíneas, pero ella nunca quiso dedicarse a eso, quería ayudar a los omegas con sus derechos, o al menos eso había sido lo que le contó a Harry.

Icarus Rose |1D| [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora