Capítulo 42: La socorrista desaparecida

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Ce nos contó que había visto a Billy en el suelo con una persona y que había sentido que, por un instante, podía detectarla a través de su mente, lo cual la hizo desconectarse de inmediato. Max y yo nos quedamos a cuadros y tratamos de tranquilizarla. Nos fuimos a dormir y al día siguiente salimos a buscar respuestas, ya que Ce estaba cada vez más inquieta por lo que vio. El cielo estaba encapotado y las nubes se volvían cada vez más negras.

- Va a llover - se quejó Max - Deberíamos ir a Starcourt a ver una peli o algo.

- Sí, mi hermano nos puede volver a colar, añadí.

Max asintió dándome la razón, pero Ce nos miró con el ceño fruncido.

- ¿Es que no me creéis?

- Creo que has visto algo súper raro, seguro, pero, dijiste que Mike te presintió alguna vez, ¿no?, preguntó Max.

Ce asintió y Max prosiguió:

- A lo mejor fue eso y Billy...te detectó de alguna forma...

- No te preocupes, seguro que, al final, no es para tanto, dije tratando de quitar importancia al asunto.

- Pero los gritos..., empezó a decir Ce.

- Sí, pero escucha - la interrumpió Max - Cuando Billy está solo con una chica, a veces, hacen ruidos muy raros.

Yo la miré tratando de contenerme la risa sabiendo a lo que se refería.

- ¿Y gritan?

- Sí, pero...de felicidad, intentó explicar Max tratando de no cargarse la inocencia de Ce.

- ¿Gritos felices? ¿Qué es un grito feliz?, preguntó ella, confundida.

- Eh...es como... - Max iba a responder, pero le hice una señal para que no lo hiciera - Mejor te presto una Cosmo de mi madre.

Llegamos a la casa de los Mayfield, entramos y subimos a la habitación de Billy. Todo estaba desordenado y olía a colonia que desprendía un aroma muy fuerte. Había ropa arrugada tirada por el suelo y ceniceros con colillas y paquetes de tabaco en todas partes.

- Tengo la sensación de que encontraremos cosas asquerosas, soltó Max.

Husmeé el aire y la peste a tabaco y ropa sucia me hizo achinar los ojos y taparme la nariz. Max abrió un cajón y vio un montón de revistas pornográficas de chicas desnudas.

- ¡Ahh, qué asco! ¡Lo sabía!, reprochó ella.

- Vamos a mirar en el baño, sugerí yo.

Abrimos la puerta y, al pasar, nos fijamos en lo que había en la bañera.

- Está hasta arriba de agua, dije yo, un tanto extrañada.

- Bolsas, añadió Ce.

- De hielo, son bolsas de hielo - especificó Max cogiendo una de ellas - Seguro que son para los músculos. Se mata a hacer flexiones.

Pero, entonces, me entró un escalofrío y me vinieron a la mente recuerdos de lo que le pasó a Will unos meses atrás. Así que empecé a creer aún más a Ce y me puse algo más nerviosa. Ella sintió que me había puesto tensa y nos miramos mutuamente, totalmente serias.

- Le gusta el frío, solté de golpe recordando lo que decía Will cuando el azotamentes se apoderó de él.

- ¿Qué?, preguntó Max, confundida.

Ce me miró preocupada, pero Max seguía sin entender lo que realmente estaba pasando. O, tal vez, no quería pensar en que podría estar volviendo a suceder, pero esa vez, el huésped podría ser su hermanastro. Yo iba a responder, cuando me quedé mirando fijamente a un punto en la puerta de un armarito blanco del lavabo. Ce me siguió con la mirada y, al ver lo mismo que yo, se acercó lentamente. Había sangre en el pomo. Entonces, abrió las puertas y sacó un cubo.

Érase una vez en Hawkins - Stranger ThingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora