Capítulo 67: Las cartas

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- Gracias a los secuaces del periódico de Nancy, somos alumnas de psicología de la Uni de Notre dame, explicó Robin.

- Yo soy Ruth, dijo Nancy.

- Y yo, Rose.

-¿Ruth?, le preguntó mi hermano a Nancy en tono divertido y ella asintió sonriendo.

-¡Menuda media tienes!, comentó Dustin fijándose en el sobresaliente y pasándonos las carpetas a Lucas y a mí.

- Gracias - dijo ella - Hemos llamado al sanatorio Pennhurst porque queremos hablar con Creel para una tesis que estamos preparando de esquizofrenia paranoide.

- Y nos han dicho que no, añadió Robin.

- Pero tenemos una entrevista con el director a las 15:00.

- Tenemos que convencerle para que nos deje hablar con Victor.

- Chicas, esto es la hostia, pero, ¿creéis que seréis capaces de colarle una trola así?, pregunté yo, dudosa.

- Tenemos que hacerlo. No hay otra opción. Victor es el único que nos puede ayudar - respondió Nancy - A ver si conseguimos romper la maldición de Max.

- Ya, hablando del tema, hemos leído esto sobre Victor Creel y...tenemos preguntas, dijo Steve.

- Muchas preguntas, aclaró Lucas.

- Igual que nosotras. Espero que Victor las responda, dijo Nancy.

- Eh, un momento...¿y el mío?, preguntó Steve esperando a que le dieran su currículum de académico.

Nancy le miró con una sonrisa de disculpa queriendo decir "lo siento" y Steve se quedó helado mirándola fijamente con los ojos como platos.

-¿Tú, académico? ¡Qué buen chiste!, solté yo haciendo que Dustin y Lucas se rieran conmigo.

-¡Eh, ya está bien! - nos riñó él antes de mirar a Nancy y Robin - Venga, esto es una broma, ¿no?

Nancy suspiró hondo y subió las escaleras para dirigirse a su cuarto a por la ropa que se iba a poner ella y a por la que le iba a prestar a Robin. Steve la siguió sin parar de llamarla para que cambiara de opinión y Robin fue tras ellos antes de mirarnos con una sonrisa de incomodidad. Desde el sótano, podíamos oír a mi hermano quejándose de que siempre era el canguro y que quería ir con ellas, pero Nancy insistió en que se quedara a cuidarnos.

Al rato, cuando las chicas ya se habían ido, bajó las escaleras del sótano con mueca seria y se acercó a nosotros, que seguíamos en el sofá.

- Dejadme un sitio, nos pidió con voz desganada.

Dustin y yo nos separamos un poco para que se pusiera entre medias y se sentó suspirando hondo y con la mirada perdida.

- Es lo que tiene ser el mejor canguro del mundo, dijo removiéndole el pelo y haciendo reír a los chicos.

- Dejemos la fiesta en paz, ¿vale?, dijo, desanimado.

A mi hermano no le molestaba estar con nosotros ni cuidarnos como si fuera nuestro canguro, pero siempre que quería poner algo de su parte en la misión y hacer algo heroico, no podía porque tenía que quedarse a nuestro cargo y no había nadie más indicado para ese papel que él. Aunque, en el fondo, sabía que lo que más rabia le daba era no pasar más tiempo con Nancy. Ahora que, después de tantos meses, habían vuelto a estrechar lazos y su amistad se había reconfortado, sólo quería estar a su lado, ya que le emocionaba que ella le riera las gracias, le mirase y le hablase con cariño. Lo que sentía por Nancy Wheeler no lo sentía por ninguna otra chica y por eso le daba rabia perderse las oportunidades de acercarse a ella.

Érase una vez en Hawkins - Stranger ThingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora