Capítulo 80: Confiar

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Mientras Eddie y Dustin clavaban unos clavos en unas tapas de basura para usarlas de escudo, Nancy recortaba una escopeta y Lucas y Erica montaban unas lanzas, yo estaba sentada en las escaleras de la entrada de la caravana terminando de poner el último clavo a un bate que había comprado en la "Zona de guerra". Pensaba hacerme con un hacha o algo así, pero, al ver a los chicos del baloncesto, pillé lo primero que vi. En ese momento, Steve salió del interior de la caravana y se sentó conmigo a mi lado.

-¡Eh, me has copiado el arma!, dijo Steve con una sonrisa.

- La verdad es que siempre fue muy útil. Nos va a venir bien, dije yo fijándome en su vendaje.

- Sí, desde luego - dijo él dándose cuenta de a dónde miraba - ¿Qué pasa?

-¿Te...sigue doliendo?

- Ya no tanto, la verdad. Supongo que en unos días se curará del todo.

Yo me quedé unos instantes pensativa. No sabía cómo había sido, pero Steve no debió pasarlo nada bien cuando esos murciélagos le atacaron. Y yo mientras no pude hacer nada, ya que estaba muy alejada de él. Lo peor es que ahora iba a tener que separarme otra vez porque yo tendría que ir con Lucas, Max y Erica a la casa de los Creel, mientras que él iría con Nancy y Robin al mismo sitio, pero en el Mundo del revés, lo cual me provocaba puro terror por lo que podría pasar.

- Sigo pensando que fue un error ir tú solo a buscar ese portal, dije en tono triste.

- Sí...puede que el tema de los murciélagos no lo viese venir, pero...era lo que tenía que hacer. Y, a pesar de todo, sigo aquí.

- Ya, vale, pero fue una tontería. A ver, ¿es que tú no ves pelis de miedo? ¡Nunca te sumerjas en un lago sospechoso porque siempre, siempre va a acabar mal!

- Sí, bueno...tienes razón, pero...no sé, a veces, aunque sea peligroso, tienes que hacer ese tipo de...locuras. Ya sé que no te gusta que me haga el héroe, pero no puedo quedarme sin hacer nada. Deberías confiar más en mí, Ash...

- Pero, ¿qué dices? - pregunté mirándole a los ojos fijamente - ¡Claro que confío en ti, bobo! ¡Más que en nadie! Y claro que eres un héroe. Lo has demostrado muchas veces.

En ese momento, Steve esbozó una sonrisa. Por un momento, se creía que yo tenía la imagen de él de la mamá del grupo. Del canguro. Y nada más. Pero para nada era así. Sabía lo valiente que era y que haría cualquier cosa por protegernos a todos. Aquellas palabras hicieron que se diera cuenta de lo mucho que realmente le valoraba y se sintió muy aliviado. Sin embargo, al verme los ojos vidriosos, se preocupó de nuevo.

- Entonces, ¿qué pasa?

Me tomé unos segundos para respirar hondo y tragarme las lágrimas, ya que no me quería poner a llorar. Debía reservarme eso para más adelante.

- Pues que no quiero perderte - solté con la voz quebrada - Ahora todos y cada uno de nosotros corremos peligro y...no soportaría que te pasara algo malo. A ver, dime, ¿qué hago yo sin ti? ¿Quedarme sola? Pues no me da la gana.

- Vale, esto es una forma muy curiosa de decirme que me quieres - dijo mi hermano entre risas haciendo que sonriera y rodeara los ojos - Pero quiero que sepas que no te vas a quedar sola. No me va a pasar nada. Y a ti tampoco.

-¿Cómo puedes estar seguro?

- No lo estoy, Ash. No lo estoy. Pero no nos queda otra que confiar a muerte en nosotros mismos. ¿Puedo contar contigo?

- Claro - dije después de soltar un suspiro - Te lo prometo.

Steve me agarró de la mano para hacerme sentir más segura. Ambos sonreímos, aunque no podíamos evitar preocuparnos por el bien del otro. A partir de ahora podría pasarle cualquier cosa a cualquiera de nosotros.

En ese momento, sentí un pequeño golpecito en la cabeza. Me llevé la mano hacia el pelo y comprobé que tenía una piedrecita enredada en un mechón. Al quitármela, oí unas risas y miré al frente. Eran Eddie y Dustin, que me la habían lanzado para llamar mi atención.

-¡Eh, Ash! ¿Te unes a un entrenamiento?, preguntó Eddie.

-¿Me estás desafiando, Munson? - pregunté yo mientras él asentía con la cabeza y Dustin sonreía - ¡Uy, no sabes con quién te estás metiendo! ¡Ya veréis, os vais a enterar los 2!

Entonces, me levanté, me llevé mi bate y fui corriendo hacia ellos gritando, emocionada.

-¡Tened cuidado!, nos advirtió Steve.

Mientras Robin salía de la caravana y se sentaba al lado de mi hermano a hablar sobre un tema que parecía preocuparla, yo me quedé jugando con Eddie y Dustin. Nos perseguíamos mutuamente, nos esquivábamos y nos lo pasábamos como niños pequeños. Dustin se protegió con el escudo mientras yo le amenazaba con el bate y, justo en ese momento, Eddie vino por detrás de mí y me cogió en brazos para llevarme corriendo por la pradera.

-¡Ya te tengo!, exclamó él.

-¡Eddie! ¡Eddie, para, para!, grité yo sin poder parar de reírme.

-¡Punto para Eddie, el Desterrado!, añadió Dustin a carcajada limpia.

- Ahora vamos a por ti, Henderson. No te vas a librar.

-¿Qué? No...No te atreverás...

-¿Que no? ¡Vamos allá! ¿Lista, Ash?, me preguntó Eddie.

-¿Lista para qué? - pregunté justo antes de que echara a correr conmigo en brazos otra vez - ¡Otra carrera, no! ¡Eddie! ¡Para, para!

De pronto, Eddie se tropezó y cayó al suelo conmigo en brazos, lo cual hizo que Dustin se cayera con nosotros. A los 3 nos entró un ataque de risa que no pudimos parar. No sé por qué, pero antes de enfrentarnos a la gran guerra, nos pusimos a juguetear como si nada. Fue un momento de lo más especial y divertido, que no olvidaré jamás.

Unas horas más tarde, todo estaba preparado. Las armas montadas, el plan establecido, nosotros vestidos y la caravana en marcha. Aquel viaje de vuelta a Hawkins fue mucho más callado que el de la ida. Ahora, el ambiente era tenso, ya que nos dirigíamos directamente a la boca del lobo. El grupo grande que éramos tendría que dividirse para poder realizar todas las partes del plan. Lucas, Erica y yo acompañaríamos a Max, la cual se prestaría como el cebo, Steve, Nancy y Robin atacarían a Vecna durante su trance y Dustin y Eddie distraerían a los murciélagos. ¿Cómo? Con la mejor idea que se nos hubiera podido ocurrir. Eddie se marcaría el concierto de metal más fuerte de la historia con su querida guitarra eléctrica.

Por fin llegamos a la casa de los Creel cuando Steve detuvo la caravana. Me levanté de mi asiento y choqué el puño con Dustin y, después, con Eddie, sin saber que aquella sería la última vez que le iba a ver con vida. Lucas y Erica bajaron primero y, antes de ir tras ellos, eché una mirada hacia Steve, al que descubrí mirándome también. Estaba tan preocupado por mí como yo lo estaba por él, pero, tal y como habíamos prometido, debíamos confiar el uno en el otro más que nunca. Mi hermano me dedicó una leve sonrisa en señal de apoyo y yo le correspondí. Suspiré hondo, bajé de la caravana y Max fue detrás de mí. Ambas caminamos hasta donde nos esperaban los hermanos Sinclair y nos quedamos contemplando la gigante y horripilante casa de los Creel sabiendo que cuando saliéramos de allí no seríamos las mismas personas, ya que todos intuíamos que, pasara lo que pasara, iba a cambiarnos la vida por completo.

Érase una vez en Hawkins - Stranger ThingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora