Capítulo 29: Nos atacan

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Los médicos se habían ido a hablar a su despacho para encontrar una posible solución ante el problema de Will. Ya llevábamos casi 1 hora esperando.

-¿Por qué narices tardan tanto?, preguntó Joyce, impaciente.

- Los mejores médicos siempre tardan mucho. Intenta relajarte. Ten paciencia, dijo Bob dándole la mano.

Pero, literalmente, 10 segundos después, Joyce se levantó a preguntarles. Llegó a la puerta donde había 2 guardias vigilando y Bob salió tras ella. Mike y yo nos quedamos en la habitación con Will. Ambos estábamos sentados en dos sillas al lado derecho de la camilla. Will miraba de manera extraña a su madre y a los guardias y Mike empezó a llamarle. Al cabo de unos segundos, volvió de sus pensamientos y nos miró.

- Will, ¿qué te pasa? ¿Te vuelve a doler?, preguntó Mike.

- He visto una cosa, respondió.

-¿En los recuerdos del ahora?

Will asintió.

-¿Qué has visto, Will?, pregunté tímidamente.

- El monstruo de las sombras - respondió mirándonos a los ojos - Creo que sé cómo detenerle.

Al rato, llegaron los médicos con Joyce, Bob y Hopper y le dijeron a Will que iban a hacerle una prueba con los dibujos que había hecho en su casa. Lo llevaron a un despacho y lo sentaron frente a las fotos de los dibujos que habían hecho los científicos. Él se puso a observarlo todo detenidamente.

- Sam, esto es ridículo, dijo uno de los médicos impaciente.

- Dale un momento, dijo el doctor.

- No tenemos tiempo, insistió el hombre.

-¡Eh, capullo! ¿Por qué no haces el favor de callarte?, le advirtió Hopper.

En ese momento, Will se levantó de la silla y fue buscando por las fotos moviéndose hasta el lateral de la mesa. Al cabo de unos instantes, señaló un punto en el mapa.

- Es aquí, dijo él.

-¿Qué hay aquí, Will?, preguntó el doctor.

- No lo sé, pero sé que no quiere que lo vea. Creo que es importante, respondió.

Los médicos fueron rápidamente a los túneles con los uniformes de soldado y Hopper acompañó al doctor y a algunos otros científicos a una sala de cámaras para ayudarles. Después de un rato esperando en la habitación, Will empezó a balbucear:

- Lo...lo siento...

-¿Qué? ¿A qué te refieres, cariño?, preguntó Joyce.

- Me ha obligado a hacerlo, dijo Will.

-¿Quién? ¿Quién te ha obligado?

- Os lo dije. Se ha enfadado. No deberían haberlo hecho. No deberían haberlo enfadado.

Mike y yo nos miramos mutuamente, asustados.

-¡El espía!, dijimos al unísono.

Fuimos corriendo hacia la puerta de los guardas, pero estos nos detuvieron.

-¡Eh, eh, no podéis pasar!

-¡Tenemos que entrar!, gritó Mike.

-¡Por favor, dejadnos entrar!, añadí resistiendo a sus brazos.

Bob vino por detrás nuestra y nos cogió para que no entráramos.

-¡Tranquilos, tranquilos!

-¡Es una trampa, hay que avisarles!, gritó Mike.

-¡Por favor, que paren! ¡Es una trampa!, grité yo.

Ambos intentábamos soltarnos y gritábamos constantemente, pero no nos hicieron caso. Entonces, un rato después, empezó a sonar una alarma. Eso sólo podía significar una cosa: peligro.

-¿Qué ocurre?, preguntó Bob, que seguía reteniéndonos a Mike y a mí.

- Demasiado tarde, respondió Mike.

-¿Qué?, preguntó Bob.

-¡Es demasiado tarde! ¡Están aquí!, grité, desesperada soltándome de Bob y corriendo hacia la habitación junto con Mike.

-¿Qué ha pasado?, preguntó Joyce.

- Nos atacan, respondimos Mike y yo al unísono.

Will se estaba poniendo nervioso y mientras Joyce trataba de que calmarlo con palabras, yo le di mi mano para que no se alterara de más.

- Tenemos que dormir a Will, dijo Mike cogiendo una jeringa.

-¿Qué?, preguntó Joyce.

- Es un espía. Mientras sepa dónde estamos, también lo sabrá el monstruo.

-¡Eso es mentira!, gritó Will soltándome la mano e incorporándose en la camilla.

- Mató los soldados. Nos matará a nosotros también.

-¡Es mentira, es mentira!, gritaba Will mirando a su madre.

Yo me quedé mirándole con el ceño fruncido. Ese no era mi amigo. Ese no era el Will que yo conocía. En ese instante, se escucharon unos ruidos que venían de los pasillos.

-¡Eso son disparos!, exclamó Bob.

- Está bien. ¡Will, Will! ¿Sabes quién soy?, le preguntó Joyce.

- Eres...eres...¡mamá!, contestó unos segundos después.

Joyce le miró a los ojos. No veía a su hijo por ninguna parte. Ni ella ni nadie.

- Sujetadle fuerte, nos ordenó a Bob y a mí.

Bob le agarró del brazo derecho, yo del izquierdo y los dos le sujetamos el pecho con fuerza.

-¡No! ¡No! ¡Soltadme, soltadme!, gritó, cada vez más inquieto.

Mike se tapó los oídos. No aguantaba escuchar a Will sufrir. Y yo tampoco, pero teníamos que salir de ahí ya, así que le agarré el brazo con las dos manos mirándole seriamente y este me miró también. Tenía los ojos llenos de furia. Ese no era Will, era el monstruo en el cuerpo de Will.

Joyce le puso la inyección y se quedó sedado. Pero el alivio duró poco porque, al segundo, entraron Hopper y el doctor.

-¡Tenemos que irnos ya!, dijo Hopper cogiendo a Will en brazos.

Mientras corríamos por el pasillo, vimos cómo un demogorgon se tiraba encima de una de las enfermeras y detrás de nosotros, a un guardia pegando tiros a otros cuantos. Pero no eran como demogorgon que vimos el año anterior en el instituto. Eran más pequeños y tenían cuatro patas. Estábamos rodeados, pero conseguimos ponernos a salvo en un despacho con ordenadores y cámaras. Hopper acostó a Will encima de la mesa y el resto nos pusimos a observar las cámaras del laboratorio en las que solo se veían a esos bichos y los cadáveres de los científicos y médicos. Al instante, se fundió la luz y nos quedamos a oscuras.

-¡Oh, señor...!, exclamó Joyce, asustada.

Érase una vez en Hawkins - Stranger ThingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora