Violet Black

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Debo admitir que las fiestas no son el tipo de actividad que me gusta realizar, prefiero quedarme en mi casa o hacer pequeñas reuniones, pero alcohol, mucha gente, contacto, socializar, explota mi cabeza y desequilibra mis chacras.

Sin embargo, aquí estaba yo, acompañado a mis mejores amigas a la fiesta que anunciaba el inicio del año.

El verano había sido una locura, el inicio lo había pasado en Palma de Mallorca, España, lo cual fue sumamente divertido, y luego fui a Londres, lo que fue aún mejor. Mi viaje lo aproveche para conocer la universidad en la cual deseaba estudiar, Oxford, mi carrera aún no estaba clara, pero la universidad siempre había sido mi sueño.

Pero bueno... me desvío de mi punto inicial.

El verano es una excusa perfecta para los adolescentes de hacer fiestas, la que anunciaba el inicio del verano, la de fin de junio, la de fin del verano, bueno... cada fin de semana fiesta fija había en este pueblo. Pero esta era relevante, siempre se hacía el mismo día, 30 de julio, pero se realizaba cada año en una casa diferente, esta vez, los anfitriones eran nada más y nada menos que los hermanos Morgan, lo cual facilitaba las cosas para nosotras, porque conocemos cada rincón de esa casa, al ser amigas desde la infancia.

Todo inició bailando en la sala, en una pista de baile improvisada, el calor empezaba a emerger en el ambiente, y eso más el alcohol que se estaba ingiriendo no ayudaba nada, fui la primera en retirarse de nuestro "baile", para salir al jardín, lo necesitaba...

El aire fresco, la luna, la brisa del verano, las estrellas, y esos dos puntos relucientes en el oscuro cielo que eran Venus y Marte, me relajaban. Para complementar el momento saque de mi cartera un cigarrillo de maría, ¡Hey! No me hagas esa cara, solo fumo muy de vez en cuando, no soy adicta ni nada solo me gusta la sensación que deja en mi cuerpo, así que tranquilízate, no ha pasado a mayores.

Para mi suerte había encontrado una silla libre cerca de un grupo de chicos que estaban jugando cartas y apostando casi dos mil dólares. Me senté en esa silla ignorando el ruido que había a mi alrededor, y concentrándose en una de las cosas que mejor me hacía sentir, el cielo, ese cielo profundo, grande y misterioso, que me daba tanta paz.

Y así pase casi una hora, bajo ese cielo perfecto, viéndome mi celular, riéndome de los adolescentes ebrios a mi alrededor y tarareando alguna canciones mientras tomaba con lentitud la cerveza en mi vaso y terminaba el cigarro.

Hasta que fui interrumpida, por Robert Davis, un chico de nuestra clase que conocía hace ya casi 5 años cuando se mudó al pueblo, si habíamos cruzado diez palabras en toda nuestra vida, era demasiado:

- Hola Vilu

- Hola Robert

- ¿Que hacías?

- Relajarme

- ¿Prefieres estar aquí a con tus amigas adentro?

- ¡Vamos Robert!, las conoces, seguro cada una ya está en su propio mundo.

- Si, tienes razón

- ¿Qué hay de ti? – me sentía relajada a su lado, lo cual era bastante extraño, pues suelo ser bastante tensa con personas ajenas a mi circulo social, pero tal vez este chico de pelo castaño claro, ojos del mismo color y mandíbula pronunciada me hacían sentir cómoda. O simplemente era la cerveza o el cigarro y sus efectos secundarios.

- Estaba hablando con Mia, pero tuvo que irse- Mía era la mejor amiga de Robert, antes pensaba que ella era su novia, pero no fue hasta hace unos meses, que me entere que ella tenía novia, se llama Jules, una de las chicas que atendía en la cafetería del pueblo.

Nuestra Última Oportunidad {Primera Parte}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora