Samantha Mendes

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Salimos de la casa de Jane en grupo, todos juntos riendo y hablando me recordó a como éramos hace un par de años... Como se supone que debía ser por siempre.

Eso de las amistades eternas jamás lo he creído, pero sé que todos ellos sí. Pero ahora, ese 17 de septiembre me di cuenta de que quizá estaba pasando algo que jamás pensábamos que pasaría y es que lentamente todos se iban alejando.

El tiempo se estaba acabando, pronto todos tomaríamos caminos diferentes, y por duro que suene, eso está bien. Porque aunque duele el hecho de alejarse, hace parte de un proceso de crecimiento que termina siendo inevitable.

Así juega el tiempo, con fecha de caducidad, nada es eterno, y nada puede ser por siempre y pronto todos aprenderían esa lección.

Estaba volviendo a casa, ya eran las 12:03am del 17 de septiembre, y estaba observando el cielo de otoño, cuando tropecé con alguien:

- ¡Hey! - dijo él molesto, mientras recogía su celular del suelo

- ¡Fíjate por donde caminas York!

- Tu eres la loca que estaba mirando el cielo

- Y tú eres el despistado que miraba su celular- Tom se posiciono justo frente a mí, él es claramente más alto, sus ojos negros brillaban con una luz peculiar, su pelo negro estaba desordenado.

- ¿A dónde ibas Samantha?

- A mi casa.

- Genial, ¿vamos juntos?

- ¿Qué?

- ¿Se te olvida que somos vecinos? - es cierto, lo olvidaba

- Claro. - puse los ojos en blanco.

Empezamos a caminar, rodeados de un silencio incómodo. No faltaba mucho para llegar a nuestra calle, la calle Whitedoor Avenue. La segunda calle de mansiones y casas lujosas de este pueblo. Pero para llegar a ella, desde donde estábamos teníamos que pasar por un parque infantil. Tom salió corriendo y se sentó en uno de los columpios de madera del parque:

- ¿Qué haces? - le pregunté mientras me abrazaba a mí misma, el viento era cada vez más frío y yo quería ir a casa.

- Creo que es obvio lo que hago, roja.

- ¿Roja? - le pregunté mientras me sentaba a su lado en el otro columpio

- He decidido que así te voy a llamar

- ¿Por qué me llamas roja?

- Tu pelo es rojo, tus uñas son rojas, siempre vistes con algo rojo, y el día que te conocí en el festival llevabas un abrigo rojo, como caperucita roja... Suelen referirse a ella como roja y la verdad es que me recuerdas a ella.

- ¿Te recuerda a la chica de un cuento, que es desobediente y arrogante?

- Si.

- Vaya, ¿Y tú quién eres, el lobo?

- Supongo... - me miró con cierta picardía en los ojos, yo solo ignore su mirada, principalmente porque me puse nerviosa, así que traté de disimular mirando al frente

- Eres insoportable

- Me lo has dicho seguido. - me quede callada- ¿Por qué me odias roja?

- Yo no te odio. - él se rio por lo bajo

- Si lo haces.

- No te odio a ti.

- ¿Entonces a quién odias? ¿A Claire?

- Me cae mal, pero no.

- ¿Entonces, de dónde viene tu prejuicio?

- Los York y yo no tenemos una buena historia

- No sé de qué hablas.

- De tu prima Thomas, de eso hablo

- Si no es Claire es...- lo interrumpí.

- Grace. - él por primera vez desde que lo conozco se tensó

- Entiendo. ¿Qué fue lo que pasó?

- Simplemente, me humillo.

- ¿En qué sentido?

- ¿Esto es un interrogatorio?

- ¡Solo quiero entender! – gritó a la defensiva

- Ella y yo éramos mejores amigas hace años, pero cuando las cosas cambiaron en mi vida, ella... Ella también lo hizo. - me quedé callada un momento- Creo que no quiero hablar de esto aun.

- Bueno, lo entiendo

- Gracias.

- Ves que no es tan traumático estar conmigo

- No es tan malo-admití

- Bueno, eso es un progreso- yo me reí y lo observe, él me estaba mirando... Bueno, Tom tenía algo, su arrogancia lo hacía dulcemente atractivo.

- Debo ir a casa.

- Claro.

Ambos nos pusimos en pie y seguimos caminando, y cuando llegue a mi puerta lo observe una vez más:

- ¿Por fin vas a darme una oportunidad? - me preguntó

- No, debes ganártela

- ¡Oh vamos roja!

- Ya verás que será fácil

- Con tus expectativas de "fácil" empiezo a creer que es todo lo contrario

- Aun creo que eres un idiota

- No lo niego. Pero no soy tan malo como creías que era

- Puede que te haya juzgado un poco mal

- ¿Un poco?

- Aún no he dicho nada Thomas, puedo cambiar de opinión

- Bueno, ya verás que puedo ser toda una caja de secretos.

- Buenas noches, York- dije riendo

- Buenas noches roja. - dijo y giró en sus talones y se fue cruzando la calle para llegar a su casa.

Entre en mi casa y solo podía pensar en que tal vez esté juzgando mal a Tom...Solo tal vez, él no sea tan malo como parece. Solo tal vez ese idiota valga la pena... Porque si es cierto, es un idiota, pero es uno muy guapo.

Y así tal vez, empiece a escribirse una nueva historia, ¿Quién sabe? Quedan nueve meses antes de que mi tiempo y el de todos en Sunny Hill expire.

Nuestra Última Oportunidad {Primera Parte}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora