Siempre había creído que era mentira cuando las personas decían que tenían un presentimiento antes de que algo malo pasara. Me era imposible de comprender. ¿Cómo se suponía que sabías que algo malo iba a pasar? Pero cuando me desperté sola de la siesta en la cama de Santino... tenía una sensación que no podía poner en palabras. Como si me estuviesen apretando el corazón.
Solo es una sensación, intenté reconfortarme.
Agarré una de las tantas remeras de mi novio, colocándola sobre mi cuerpo desnudo. Salí de su habitación, buscándolo sin hacer ruido. Estaba descalza, por lo que no me fue un trabajo complicado. Bajé las escaleras con lentitud, sintiendo mi corazón latir aceleradamente a pesar de ese peso extra.
Santino estaba sentado en su sillón. Tenía los codos apoyados en sus rodillas y su rostro enterrado en las manos. Sus hombros estaban caídos, como si estuviese derrotado. Aparté la mirada brevemente de él, notando que había un vaso de alcohol enfrente suyo. Específicamente whisky.
Algo estaba mal. Muy mal.
Terminé de bajar la escalera, yendo hacia él. Me quedé de pie a una distancia prudencial, sin saber cómo proceder. ¿Me sentaba con él y esperaba que me hablase? ¿Lo abrazaba sin pedir explicaciones? ¿Me quedaba de pie y le hablaba? Tenía que hacer algo.
Cualquier cosa era mejor que nada.
—San, ¿qué pasa?— pregunté, agachándome al final del sillón.
Si no hubiese sido por la tensión de sus hombros, hubiese creído que no me había escuchado. Por un momento no hizo nada. Permaneció en la misma posición, como ignorándome. Estuve tentada a volver a hablar. Volver a preguntar. Pero tenía que darle su tiempo.
Era lo que una buena novia hubiese hecho, ¿no?
—Tenemos que hablar— dijo finalmente.
Soltó su cabeza, dejando sus brazos caer entre las piernas. Giró su cuello lo suficiente como para poder clavar sus ojos en los míos. Y su mirada... logró que la presión que sentía en el corazón empeorase.
—¿De qué?
Se humedeció el labio inferior, respirando hondo. Parecía como si se estuviese preparando mentalmente para algo. ¿Pero para qué? ¿Qué podía decir o hacer que fuese tan terrible? Nada, porque era el novio perfecto para mí.
¿No?
—Creo que... creo que no deberías venir a Milán.
Tardé un momento en reaccionar. Tragué saliva, rogando haber escuchado mal. Tenía que haber escuchado malo, porque si no significaba que él...
—¿Qué?
Necesitaba una respuesta diferente. Necesitaba que me dijese que era un chiste de muy mal gusto. Algo por lo que me podía enojar con él por un día, para después volver a la normalidad. Volver a ser la pareja que se amaba con todo su ser.
—No quiero que vengas a Milán conmigo.
No quiero. No quiero. No quiero.
Me levanté de mi posición, dando unos pocos pasos para atrás. Necesitaba distancia. Necesitaba pensar. Necesitaba aire. ¿Por qué no quería que vaya con él a Milán? Porque no quería. Él no me quería en Milán con él.
Me mordí el inferior de la mejilla, mirando a nuestro alrededor, en un intento de procesar aquello. ¿Pero cómo podía procesar que mi novio me estuviese diciendo que no me quería con él por un año entero?
—¿Qué cambió?
Volví a mirarlo, esperando encontrar algo en su mirada. Pero no había nada. Estaba haciendo todo lo posible para impedir que comprendiese lo que estaba pasando. ¿Por qué me estaba dejando afuera? ¿Qué estaba escondiéndome?
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Me rindo
Romance❝Era tan hermoso que casi dolía verlo directamente a los ojos. Pero lo que dolía aún más era saber que era intocable. No por su belleza, no. Sino porque ese bombón era mi mejor amigo desde que tenía memoria.❞ Dos mejores amigos. Un amor escondido. ...