04| Películas

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—¿Qué película?— preguntó Juan, mirando la cartelera.

—La de terror— contesté inmediatamente.

Diego chasqueó la lengua, negando con la cabeza efusivamente.

—No, otra vez no— se quejó infantilmente, fulminándome con la mirada— ¿No podes ser una chica normal y querer ver un romance estúpido?

¿Ver cómo otras personas tienen sus finales felices e ideales mientras yo tenía que sufrir por no poder tener a la persona que quería? Si, no. Mi masoquismo tenía un límite.

Ya quisiera.

Santino me rodeó los hombros con uno de sus brazos, pegándome a su lado. Dejó un beso en mi coronilla, sonriéndole a Diego.

—La reina eligió.

¿No había un dicho que era arrodíllense ante la reina? ¿Por qué no intentaba implementarlo?

Necesitaba calmar mis hormonas. Urgentemente.

—Yo voy.

Leo interrumpió la guerra de miradas para poder sacarnos el dinero de la mano a todos. Fruncí el ceño, confundida. Si había una cosa que lo definía era ser vago, no había forma de que se ofreciera a caminar hasta la boletería sin obtener algo a cambio.

—¿Y a vos que te pasa?

Diego lo agarró de la remera, impidiendo que se alejara de nuestro grupo. Miré la boletería, descubriendo su motivación. Había un chico bastante lindo atendiendo. No era al nivel de Santino, pero era aceptable. Tenía que dejar de comparar todo el mundo a él. Nadie iba a ser igual ante mis ojos, pero con que le llegara a las rodillas me alcanzaba.

De rodillas quería estar yo.

Tenía que dejar de sexualizar todo.

—Las hormonas le pasan— dije yo, señalando la boletería con la cabeza.

Leo soltó un gruñido, para nada contento con perder el tiempo con nosotros cuando podía estar chamuyando al de la caja. Aquello solo logró que todos quisiéramos molestarlo aún más.

—¿Competencia?— empecé a caminar hacia la boletería.

Santino me agarró de la pretina del short, tirando de mí hasta que mi espalda chocó contra su pecho. Tragué saliva, intentando concentrarme en mis otros amigos. Pero realmente era una tarea complicada. Sobre todo cuando empezó a hacerme masajes suaves en los hombros.

—Es homosexual, reina— negó con la cabeza, guiñándome un ojo— Creeme que si va a tener ojos para algo, va a ser para mi bulto.

No pude evitar estallar en carcajadas, al igual que el resto.

—Trata de no tardar media hora comprando unas entradas— pidió Juan, una vez que nos calmamos.

—O desaparecer— agregó Diego, mirando la hora de su celular— Tenemos solo veinte minutos antes de que empiece la función que eligió la reina.

Leo ni siquiera se lo pensó, se alejó de nuestro grupo como si su vida dependiese de ello. Su vida no, pero su entretenimiento nocturno iba a depender de ello.

Nosotros lo observamos como si se tratase de un show. El chico de la caja lo vio llegar con apreciación masculina, recorriéndole el cuerpo con la mirada. Sonrió abiertamente cuando Leo se apoyó en el mostrador, diciéndole algo que lo hizo reír.

Definitivamente si hubiese ido no hubiese ganado la competencia.

—Quiero que sepan desde ahora que cuando logremos entrar a la sala, la película ya va a estar por la mitad— comentó Diego, guardando su celular— Y sinceramente no me quejó.

Me rindoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora