Apreté un botón de mi celular, logrando que la pantalla se iluminase. Solté un quejido en cuanto vi la hora. Estaba llegando cuarenta minutos tarde. En mi defensa, el despegue del avión se había atrasado, arruinando todos y cada uno de mis cálculos.
Frené cuando estuve frente a la puerta del bar, sintiéndome incapaz de entrar. Tenía el corazón acelerado a punto casi doloroso. Además de que las manos me temblaban y transpiraban. No estaba lista. Me había intentado convencer una y mil veces de que ya había superado todo... pero era mentira. ¿La solución? Fingir.
Algo en lo que me había vuelto excelente.
Formé mi mejor sonrisa falsa, abriendo la puerta y entrando. Habían reservado el lugar entero, por lo que únicamente había rostros conocidos. Saludé con la mano, sin molestarme en frenar y hablar con la gente. Al menos no hasta que hubiese saludado a mis amigos. Estaban de pie, cerca de la barra. Todos menos él.
No. No iba a caer en esa línea de pensamientos.
Verlos bromeando y riéndose logró que recordase lo mucho que los había extrañado. Los ojos se me llenaron de lágrimas involuntariamente. Miré el techo un momento, esperando que mis sentimientos no me arruinasen el maquillaje.
Llegaba tarde pero diosa... porque tenía mis prioridades claras.
Una vez que me recuperé, caminé hacia ellos. El primero en notarme fue Juan. Me sonrió abiertamente, como la expresión que decía de oreja a oreja. Dejó la botella de cerveza sobre la barra, sin siquiera mirar. Abrió sus brazos, esperando que yo cortase la distancia y lo abrazase como si mi vida dependiese de ello. Cosa que hice con gusto.
—¡Mi bailarina favorita!— besó mi sien repetidas veces.
Leo y Diego no esperaron su turno, simplemente se unieron al abrazo. No pude evitar estallar en carcajadas, encantanda con la situación. Los había extrañado horrores. Los mensajes, llamadas y videollamadas no habían sido suficientes.
Habían pasado cuatro años desde que me había ido para trabajar en Estados Unidos. Cuatro años en los que no había vuelto a Argentina, a excepción de una vez por una semana. Y tampoco había sido idea mía, simplemente Buenos Aires había sido una parada de la gira de Lula.
Cuatros años desde que Santino Velázquez me había destrozado el corazón. Cuatro años desde que había perdido una parte de mí. Cuatro años desde la última vez que lo había visto. Cuatro años en los que desee odiarlo con todas y cada una de mis células.
Pensamientos malos.
—Los quiero muchísimo— les dije a los tres— Y si no me sueltan voy a empezar a llorar como un bebe.
Se rieron, dándome espacio. Los examiné a los tres como si fuese su madre. Se los veía casi iguales desde que los había visto por última vez, pero con diferentes peinados. Y sin embargo, los sentía extraños. Una madurez palpable que antes no había estado.
—¿Aprobamos la examinación?— preguntó Diego, sonriendo.
—Tienen que comer más— bromeé, clavando mi codo en su estómago.
Leo hizo una seña con la mano, y un hombre se acercó a nosotros. En realidad había estado cerca, pero sin interrumpir. Lo reconocía por los videos y fotos. Era su pareja, Fernando.
—Creeme que si hay algo que estoy haciendo es comer bien— me guiñó un ojo.
Había extrañado sus chistes con doble sentido. Nosotros estallamos en carcajadas, mientras que el hombre se sonrojó un poco. Leo lo notó, inclinándose para dejar un beso en una de sus mejillas coloradas. Tenía que admitir que hacían linda pareja, en el sentido de que los opuestos se atraían.

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Me rindo
Romantizm❝Era tan hermoso que casi dolía verlo directamente a los ojos. Pero lo que dolía aún más era saber que era intocable. No por su belleza, no. Sino porque ese bombón era mi mejor amigo desde que tenía memoria.❞ Dos mejores amigos. Un amor escondido. ...