Todos los chicos, incluyendo parejas y no-parejas, habían venido a cenar a casa. San era el encargado del asado, los chicos del alcohol y el postre, y yo de las putas papas fritas. No putas porque no me gustasen, no. Putas por la cantidad.
Han pasado ochenta y cuatro papas.
Juan estaba apoyado en la mesada junto a mí, poniendo música por el parlante. En realidad estaba intentando elegir una canción. Hacía como quince minutos. Al pedo porque encima era de las personas que no dejaba una canción más de un minuto.
—¿Todo bien con Luana?
La pregunta era medio al pedo si tenía en cuenta que la bailarina estaba en el comedor hablando con Tamara, pero estaba aburrida cortando papas y quería chusmear con alguien.
—Sí, estamos conociéndonos.
Se decidió por un reggaetón viejo. Obviamente mi culo empezó a moverse casi involuntariamente.
—Osea que salieron.
Más veces de la que ninguno de los dos me había dicho. Bueno, no me habían dicho. Eran dos sarcófagos. No se les escapaba nada.
—Sí, dos cenas y una película— susurró, mirando hacia la puerta para asegurarse que no viniese nadie— Me gusta.
De la felicidad empecé a saltar en el lugar, frenando cuando casi me rebané un dedo con el cuchillo. Juan abrió los ojos desmesuradamente, acercándose para poder sacarme el elemento mortal de las manos.
Bue, ni exagerada.
Me empujó con la cadera, empezando a cortar las papas él. Me senté sobre la mesada, cerca de él para poder hablar sin que nos escuchasen.
—¿Y ella qué onda?
Sabía a qué me refería.
—No hablamos a futuro— suspiro—Queremos ir lento. Conocernos.
Asentí con la cabeza, a pesar de que no podía verme. Sinceramente no podía opinar mucho al respecto. Solo había amado a un hombre en mi vida y había tardado años en admitirlo. Más lento que nosotros era imposible.
Mientras tanto, Manuelita había ido y vuelto a Pehuajó treinta veces.
*****
—¿Cómo va la película?
Sonreí abiertamente, mirando a Diego.
—Bien, ya falta poco para que terminen las grabaciones.
Con poco me refería a semanas. Y aunque no lo pareciese era realmente poco. Los días se pasaban volando.
—¿Y Valentín?
Ante la pregunta de Tamara, miré de reojo a Santino. Él siguió cortándome y comiendo el asado, pero había cierta tensión en sus hombros ante la mención de mi compañero.
—Es... caradura, pero en el buen sentido.
No era la mejor explicación que podía dar, pero era la única que pude formular. Los medios decían mucho de los famosos, incluyendo a Valentín. De su vida privada, de lo laboral, etc. Yo solo podía decir que era un gran compañero. Y artista.
—Yo también sería caradura si estuviese tan bueno— comentó Leo, guiñándole un ojo a Fernando, quien negó con la cabeza sonriendo.
No pude evitar reírme sin tanta gracia.
—Sí, parece que la gente linda se da ciertos... "lujos".
Ante mi frase los chicos se quedaron en silencio un momento, evaluándome con la mirada. También sentí los ojos de Santino sobre mí, pero lo ignoré. Levanté mi botella de cerveza y bebí un trago largo.
—¿Pasó algo?— cuestionó Juan, sin quitar sus ojos de mí.
Miré a Santino, encogiéndome de hombros. Él se revolvió el cabello.
—Una modelo...
—Sorete Ivanovich.
Los presentes se rieron ante mi interrupción infantil, incluyendo a mi prometido. Su mano fue a mi pierna, acariciándome con suavidad. Era su intento de relajarme, en caso de que hablar de todo aquello me hiciese enfadar.
O me transformase en Hulk.
—Me metió una tanga con una nota en la mochila.
Tanto Tamara como Luana soltaron todo el aire por la sorpresa. Mientras que los chicos dijeron al unísono un "mierda".
Pasábamos tanto tiempo juntos que las reacciones eran coordinadas.
—"Cuando quieras, soy tuya"— gruñí, bebiéndome todo lo que quedaba en la botella.
—Que hija de puta— puteó Luana, tapándose los labios al darse cuenta de lo que dijo.
Todos nos reímos.
—Eso no es ser caradura— comentó Leo, alzando sus manos en el aire— Eso es buscar roña. O pelea. O...
—O un golpe en la teta— finalizó Tamara.
Ah, lo bueno de estar con amigos. Las risas nunca faltaban.
*****
Diego estaba lavando los platos con el ceño fruncido. No era algo de concentración, era de... estar demasiado perdido en sus propios pensamientos. A lo largo de la cena me había dado cuenta que las cosas seguían tensas entre Tamara y él, pero no había comentado nada al respecto.
Aproveché que estábamos solos en la cocina para pararme junto a él.
—¿Queres hablar del tema?
Soltó un suspiro, sus hombros aflojándose con clara rendición.
—Estaba embarazada.
Ni boxeando me hubiese knockeado tanto.
Abrí y cerré la boca como un pez, sin saber muy bien que decir. Había usado la frase en pasado. No lo estaba más. ¿Lo había perdido? Mierda.
—Ay por favor, Diego...
Se rió secamente, negando con la cabeza.
—No lo perdió, lo abortó.
Knockout.
Respiré hondo, intentando pensar que decir.
—¿Y...— no terminé la pregunta, me cortó.
—No estaba de acuerdo, pero es su cuerpo. Nunca la hubiese obligado a seguir adelante con algo tan grande como un embarazo— se humedeció los labios, sin dejar de lavar los platos— Pero me di cuenta que nuestros planes a futuro no son los mismos. Ella no quiere tener hijos, y yo sí. Es un factor fundamental. Decisivo.
Apoyé mi mano en su hombro, dándole un apretón. Me hubiese gustado abrazarlo, pero sabía que no lo quería. Al menos no en ese momento. Se estaba deshaciendo de todo el peso que había estado cargando solo, y no iba a parar hasta terminar.
—¿Qué vas a hacer?
—¿Qué puedo hacer?— preguntó retóricamente— No queremos lo mismo. No es que espero que ella se despierte mañana quiera hijos. No la forzaría a eso. Pero tampoco... tampoco voy a cambiar de opinión.
La adultez era una mierda.
Nos quedamos en silencio hasta que terminó de lavar los platos. Se secó las manos, girando para poder quedar frente a mí.
—A mí me parece que tenes que tomar una decisión, Diego.
Asintió con la cabeza, haciendo una mueca con los labios.
—Lo sé. Solo que me hubiese gustado que lo hubiésemos hablado antes. Que nos hubiésemos dado cuenta antes— respiró hondo, sus ojos llenándose de lágrimas que no derramó— Antes de amarnos. Antes de casarnos. Antes de... todo.
Esa vez si lo abracé, dejando que me apretase fuertemente contra él.
Había veces en las que el amor no era suficiente.
Y eso era una cagada, pero una cagada realista.
ESTÁS LEYENDO
Me rindo
Romance❝Era tan hermoso que casi dolía verlo directamente a los ojos. Pero lo que dolía aún más era saber que era intocable. No por su belleza, no. Sino porque ese bombón era mi mejor amigo desde que tenía memoria.❞ Dos mejores amigos. Un amor escondido. ...