09| Mudanza

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—Me siento Ross de Friends— dijo Leo con emoción, para después gritar a todo pulmón;— ¡PIVOT!

Mis nuevos vecinos iban a terminar odiándome en el primer día. En la puta y eterna mudanza. En fin, a diferencia de Friends no era un sillón, era la base de mi colchón matrimonial. Y en mi defensa, todo lo demás había entrado en los ascensores, hasta los sillones. Además mi nuevo departamento solo quedaba en un segundo piso. No era mucho.

No pude evitar estallar en carcajadas, mientras que Santino y Diego gruñían por el esfuerzo. Quería sentir lástima por ellos, porque Juan estaba también muy ocupado riéndose como para hacer fuerza y ayudarlos.

Pero la lástima no estaba ahí.

—Te juro que cuando dejemos esta mierda arriba te voy a matar, Ross— amenazó Diego.

—Qué mala onda que sos— cantó el otro, ignorando las malas miradas.

Tuve que apoyar la caja que tenía en manos para poder respirar e intentar frenar la risa. Las mudanzas podían ser un embole, pero con esos cuatro hombres no había podido parar de reírme. Sus respectivas parejas y mis papás habían ayudado, pero eventualmente se habían ido.

Mi departamento era amplio, pero nada exagerado. La cocina estaba integrada con el comedor/living, aparentando más espacio. Además de que tenía dos habitaciones, dos baños y un balcón. Estaba bien para ser mi primera casa sola. Bueno, justo en ese momento estaba todo menos bien.

Era un quilombo.

Unos buenos treinta minutos después lograron meter la base de la cama en mi nueva habitación. Santino y Diego inmediatamente se fueron a tirar en mi sillón. Eran los que más esfuerzo habían hecho, porque Leo y Juan se portaban como nenes.

Me senté entre ellos. Santino rodeando mis hombros con uno de sus brazos. Me incliné naturalmente contra él. Los chicos lo notaron, pero no dijeron nada. Quisieron disimularlo, pero noté como intercambiaban miradas.

No me moví. Al contrario, probablemente me incliné contra su cuerpo. Sabían que nuestra relación, fuese cual fuese, había mejorado. Después de todo, nos habíamos juntado varias veces todos juntos y nos habían visto interactuar. Pero nadie había hablado del tema.

—Bueno, mi trabajo no pago llego hasta acá— informó Juan, señalando todas las cajas que nos rodeaban— Todo eso es tu responsabilidad.

Le sonreí de lado, agradeciendo que saliese a mi rescate.

Como siempre.

—Lo voy a ordenar... algún día de estos.

—Pajera como ella sola— fingió susurrar Diego.

99.9% verdad.

Igualmente le mostré un dedo muy específico.

—No es pajera— creí que me defendió Santi, hasta que agregó;— Solo está ahorrando energía.

Todos empezaron a reírse, incluyéndome. Clavé mi codo en sus costillas, fingiendo estar ofendida. Su mano levantó mi mentón lo suficiente como para que pudiese dejar un beso en mi mejilla. Definitivamente no me esperaba aquello, por lo que moví mi cabeza para poder mirarlo a los ojos.

Probablemente más tiempo del necesario.

—Bueno— alargó Leo, terminando inmediatamente con las miraditas— Yo me tengo que ir. Tengo planes con mi familia.

Mentira.

Torcí levemente la cabeza, examinándolo con la mirada.

—¿Seguro? ¿No queres quedarte a cenar?

Me rindoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora