07| Viral

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—¡SOS VIRAL!

Había tres problemas con ese grito. No era mío, creía que estaba sola y no tenía ni puta idea de que hablaba. Pero eso no importaba. No cuando me había caído de culo al piso por el susto. Giré mi cabeza hacia la puerta del estudio, descubriendo que tenía público. Solo eran mis cuatro amigos, pero nunca bailaba profesionalmente enfrente de ellos a menos que fuesen muestras de danza con mucha gente. Al menos no de todos. Santino había asistido a muchas clases a lo largo de los años solo para verme.

Me llevé una mano al pecho, intentando calmar mi corazón. Se me iba a salir.

—¡Son unos imbéciles!— les grité un poco enojada— ¿Es que me quieren matar de un infarto?

Mi mejor amigo se acercó, ofreciéndome una mano para ayudar a levantarme. Acepté el gesto, sacudiéndome la ropa cuando estuve sobre mis propios pies.

—¿Estas bien?— me preguntó preocupado.

No habíamos de lo que Santino había descubierto hacía unos días. Me había vuelto casi profesional en fingir que no había pasado. Además de que había mentido descaradamente para limitar nuestros encuentros a situaciones en las que no estuviésemos solos.

—Sí— contesté, concentrándome en mis otros amigos— ¿Qué quieren?

—Sos viral— repitió Diego, mostrándome la pantalla de su celular como si pudiese ver a tantos metros de distancia.

—¿De qué habla?

Miré al resto, buscando una explicación. Todos parecían emocionados por mí, pero yo seguía sin entender una mierda. Solo podía recurrir a una persona, y lo sabía. Uní mi mirada a la del morocho, esperando que dijese algo lógico.

Sacó su celular de su bolsillo, desbloqueándolo y ofreciéndomelo.

—Alguien subió anónimamente un video tuyo bailando hace dos días. Tiene cuatro millones de reproducciones, además de que lo están compartiendo constantemente.

Agarré el aparato, mirando su pantalla. Efectivamente había un video mío, de apenas un minuto. Lo habían grabado durante una de mis clases favoritas. La canción que sonaba era de una artista argentina reconocida internacionalmente. Era una melodía sensual pero movida. Se notaba que había estado demasiado compenetrada en la coreografía como para notar que me habían grabado.

Bloqué el aparato, queriendo dejar de verme constantemente. Sabía que era buena en mi trabajo, pero ser viral nunca había sido un sueño mío. La fama no lo era todo. Veía como afectaba la vida de Santino. Como no podía salir tranquilo sin ser reconocido.

—¿Anónimamente?

Asintió con la cabeza, volviendo a guardar su celular en su bolsillo.

—Lo subieron en una de esas nuevas aplicaciones.

—¿No estas contenta?— me preguntó Juan, ligeramente confundido.

Solté una risa sin gracia, yendo hacia mi bolso para empezar a guardar mis cosas. Una vez que lo tuve todo listo, apagué el sistema de música y abrí mi botella de agua, bebiendo un trago largo.

Tenía tantas cosas en la cabeza que apenas podía concentrarme en una.

—¿Por qué no estas contenta?

Me giré para poder mirarlos a todos.

—Tenemos un amigo que es famoso— gruñí, señalando a Santino con cansancio— ¿En algún momento les pareció que yo quisiera eso?

No esperé que dijesen nada. Tampoco estaba interesada en las respuestas.

¿Qué iba a hacer? No podía borrar el video. No tenía sentido. Lo habían compartido, lo que significaba que no iba a estar en una sola aplicación. 

Me rindoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora