-Punto de vista de Santino-
Amaba mi trabajo. O al menos, me gustaba. Era bueno haciendo lo que hacía. Ser modelo no era tan fácil como mucha gente lo hacía ver. No era simplemente pararse delante de una cámara por un minuto y sonreír. Eran horas de diferentes poses, comidas balanceadas, ejercicio, mediciones y pruebas de ropa, y tantas cosas más.
Había dos formas en las que podían hacerse las sesiones; rápido (relativamente) o lento. Ese día, había sido la última opción. Muy, muy lento. Además de que el fotógrafo había sido un dolor de huevos con aires de grandeza.
Estaba cansado y de mal humor. Algo que empeoraba cuando había llegado tarde a la fiesta. Y caía drásticamente en picada cuando se me habían acercado varias personas a hablar, pero ninguna era la única persona que me importaba. Recorrí el lugar con la mirada hasta que la encontré.
Bingo.
Nuestras miradas se conectaron y sonreí involuntariamente, mi corazón acelerándose. Era algo que no podía evitar. Ella mejoraba mi humor. Bueno, no solo mi humor, mi vida en general. Me sentía un romántico estupidizado diciéndolo, pero una mirada suya y él mundo desaparecía. No me importaba la gente que nos rodeaba. Solo ella; Eugenia Sánchez. Mi mejor amiga desde que tenía memoria. Mi sueño sexual desde que tenía hormonas funcionales. Y la mujer de la que estaba enamorado hacía años.
Me excusé de la gente que me rodeaba, acercándome a ella con rapidez. Aproveché el momento para examinarla con la mirada. Tenía su cabello rubio acastañado suelto y revuelto. Le daba un aire salvaje y sensual. Sus ojos verdes estaban maquillados, logrando que resaltaran a pesar de la oscuridad y las luces. Sus labios estaban cubiertos de un labial rojo, haciéndolos aún más irresistibles. Y para el puto colmo tenía puesto un vestido negro que marcaba todas y cada una de sus curvas.
Pensa con la cabeza de arriba.
Lástima que esa también me la había arruinado.
Le hablé, me contestó. Pero mis pensamientos estaban en otro lado. En ella, pero no en la conversación. Estar cerca de Eugenia me afectaba de una forma que no tenía explicación. Pero estar lejos no era una posibilidad.
No había pensado con claridad. Claramente no lo había hecho. Nunca lo hacía cuando estaba cerca de ella. ¿Quién sentaba en su regazo a la única persona que no podía tener? ¿Quién masajeaba a la única persona que no podía tener? ¿Quién podía llegar a ser tan masoquista?
Yo.
Casi solté un suspiro de alivio cuando se levantó para ir a buscar algo para tomar.
Es mi mejor amiga, intenté recordarme.
*****
No me consideraba una persona celosa u agresiva. Pero cuando otro hombre miraba a Eugenia... todo lo que consideraba sobre el tema se iba directo por la cañería. La sangre me hervía de solo ver la mirada esperanzada del imbécil que le había pedido bailar. No quería que la mirase. No quería que la tocase. No podía soportarlo, no después de haber estado sufriendo físicamente por su comentario sobre "daddy". No cuando la quería solo para mí.
No cuando la amaba tanto.
Deslizar mi mano por la cara interna de su pierna fue algo casi involuntario. Su piel siendo tan suave y delicada... que tuve que forzarme a frenar en la mitad de su muslo. Sabía que había logrado llamar su atención, por lo que hice otro esfuerzo para dejar de mirar a ese hijo de puta con odio.
—¿Acabo de llegar y ya me vas a abandonar?
Era patético. Pero en ese momento... no podía verla con nadie más. No cuando había tenido un día de mierda y ella era el único motivo por el que sonreía. De solo imaginarme a Eugenia bailando con otro el corazón se me contraía. Así que no, simplemente no podía.
Soltó un suspiro, volviendo a mirar al tarado.
—¿Después?
No. Después no. Mejor nunca.
En cuanto el tipo se perdió entre la gente, su mirada volvió a la mía. Tenía los labios apretados, y sus ojos transmitían la molestia que sentía. ¿Por qué estaba molesta? ¿Tan interesada estaba en él? ¿Qué era lo que lo hacía especial? ¿Qué era lo que a mí me faltaba para que me mirase con una pizca de interés? ¿Por qué eran todos menos yo?
Siempre eran todos menos yo.
—Si tanto queres bailar, yo te llevo— no pude evitar soltar.
Pero no era lo que había querido decirle. No. Quería pedirle explicaciones. Quería saber los motivos por los que nunca me miraba como algo más que como un amigo. Pero no podía. No era mi lugar, y sinceramente no sabía si estaba emocionalmente preparado para escuchar la respuesta.
Me levanté del sillón, entrelazando nuestros dedos y llevándola a la pista. Mis pensamientos y sentimientos me estaban abrumando. Y no quería que lo notase cuando me mirase a los ojos. La di vuelta, logrando que me diera la espalda. Pasé mis manos a su cadera, pegándola a mi cuerpo.
Masoquista.
Puso sus manos sobre las mías y empezó a moverse. Inmediatamente supe que había sido una idea de mierda. No tenía forma de esconder mi reacción a ella. No era algo que podía disimular, y sin embargo no se alejó. Siguió bailando.
Sabía que si seguíamos así iba a humillarme públicamente y acabar en mis pantalones como un pendejo de trece años. Pero no podía frenar. Tenerla cerca era adictivo. No podía pensar, solo actuar. Solo dejar besos húmedos en su cuerpo. Necesitaba que me empujase. Necesitaba que ella fuera la que me empujara, porque no me sentía capaz de frenar.
Era débil.
Apreté su cadera con más fuerza cuando movió levemente la cabeza, dándome espacio para continuar besando su piel. Nuestros cuerpos estaban tan pegados que me resultaba casi doloroso. Pero estaba perdido. Más allá del bien y del mal.
Subí mis besos por su cuello, yendo hacia su lóbulo y mordisqueándolo. Su perfume era embriagante. Su presencia absorbente. Su cuerpo era como fuego, consumiéndome sin que yo hiciese un esfuerzo para frenarlo.
—Euge...—fréname antes que arruine nuestra amistad.
Mi voz, ronca por la necesidad, pareció sacarla de nuestro trance. Soltó mis manos, dando un paso para alejarse de mí. Me miró sobre su hombro, sonriéndome falsamente.
—Vamos a sentarnos con los chicos, estoy cansada.
Observé como se alejó, quedándome estático por un momento. Sabía que lo que había hecho había sido cruzar un límite, y que estaba bien que me hubiese frenado. Mierda, lo había pensado antes que ella. Probablemente. Pero... lo que estaba bien, no siempre se sentía bien.
Básicamente me sentía como la mismísima mierda.
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Me rindo
Romance❝Era tan hermoso que casi dolía verlo directamente a los ojos. Pero lo que dolía aún más era saber que era intocable. No por su belleza, no. Sino porque ese bombón era mi mejor amigo desde que tenía memoria.❞ Dos mejores amigos. Un amor escondido. ...