Prólogo

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Si alguien se hubiese detenido a mirar, hubiese podido ver a dos nenes trepándose a un árbol. Lo hacían con agilidad y movimientos precisos, claramente algo que habían hecho con anterioridad. Estaban riéndose de algo que probablemente no hubiese sido gracioso para cualquier otro, pero así eran ellos. Felices porque la vida era simple. Al menos en ese momento.

Tardaron poco en estar sentados en una de las ramas más grandes, hombro contra hombro. Tiraron sus cabezas hacia atrás, mirando el cielo a través de las ramas y hojas. Había muchas estrellas, una de las ventajas de un cielo despejado de verano.

—¿Alguna vez viste una estrella fugaz?— preguntó la nena con curiosidad.

El nene hizo una mueca con los labios, pensando.

—No— soltó un bufido de molestia— Pero quiero.

—En un programa decía que eran muy difíciles de ver— acotó ella, también descontenta— Y decían que podías pedir deseos.

El nene la miró brevemente, pensando.

—¿Cualquier deseo?— ella se encogió de hombros, dándole a entender que no sabía la respuesta— Prometeme que si algún día ves una... va a ser conmigo.

Ella se rió, asintiendo con emoción.

—Prometo que todo lo más bueno y divertido va a ser con vos.

El nene le sonrió, contento con la declaración.

Ella estiró su meñique, esperando que él hiciera lo mismo.

—Y yo prometo que siempre, siempre voy a hacerte poner contenta.

Sacudieron sus dedos, contentos con la promesa.

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