12| Normal

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Había muchas cosas que tenía en común con Santino. Un claro ejemplo era la impaciencia, sobre todo cuando se trataba de la comida. Por eso no le veía el sentido a que hubiese conducido una hora y media para llevarnos a un restaurant.

—¿Qué hacemos acá?

Miré a Santino, quien se encogió de hombros ligeramente.

—No queres que nos vean juntos— sonrió forzadamente— Y por una vez quiero que salgamos de mi dúplex, así que se me ocurrió esta opción.

Puñalada verbal al corazón.

No era que no quería que nos vieran juntos, era solo...

No quería ilusionarme. Ni Santino ni yo habíamos tenido relaciones formales. Ninguno conocía otra cosa a excepción del sexo casual. Y no quería arriesgarme a contarle a nuestro círculo cercano y que todo terminase en nada. Pero eso no era lo que más miedo me daba. Que no funcionase no era lo que me atemorizaba. No. Tenía miedo de perderlo completamente.

No quería, ni podía pensar en esa opción.

—Es... muy lindo.

Caminé hacia él, parándome en las puntas de mis pies para poder besar su mandíbula. Sus manos me rodearon naturalmente, apoyándose en el final de mi espalda y el principio de mi culo. Probablemente intentando ahorrarle la vista a la gente que estaba en el estacionamiento.

—Tiene una condición de privacidad, así que nadie nos va a sacar fotos o algo así.

Realmente había pensado en todo. Había buscado un lugar en el que me sintiese cómoda y nadie pudiese enterarse de lo nuestro.

Lo rodé con mis brazos, esa vez besándolo en los labios.

—Gracias.

Mordió suavemente mi labio inferior, impidiendo que me alejara. Mantuvo los ojos abiertos, conectándolos con los míos. Era algo intenso. Demasiado puro. Era... simplemente demasiado.

—Solo... solo no te olvides que lo de estar a escondidas no es algo que quiero para siempre, ¿sí?

La inseguridad con la que habló me sorprendió. Nunca lo había visto así. Era algo nuevo y desconocido. Y no me gustaba. No sabía que decir. Estaba completamente perdida.

—Sí.

Respiró hondo, dando un paso hacia atrás y sujetando mi mano. Entrelazó nuestros dedos mientras que comenzó a guiarnos hacia el restaurant. Empezó a hablarme de la sesión de fotos que había tenido ese día, como si todo lo anterior no hubiese sucedido. Pero... sí había pasado. Y yo no podía simplemente olvidarlo.

Fingí escucharlo, asintiendo y sonriendo, pero sin dejar de pensar.

¿Desde cuándo era inseguro?

¿Desde cuándo fingía que nada había pasado?

¿Y por qué me sentía culpable? No era mi culpa. Los dos habíamos acordado que era mejor esperar. No había sido una decisión que había tomado sola. Él había aceptado. Santino entendía que no era específicamente por él, sino por la situación.

¿O no?

*****

Nuestra cita había sido... extraña. Porque sinceramente no se me ocurrió otra forma de describirla. Pero no en el mal sentido. Probablemente nunca en el mal sentido.

Habíamos hablado y reído como siempre. Pero la sensación de libertad había sido nueva. El sentimiento de comodidad absoluta. De que nadie te iba a ver y juzgar. De que nadie iba a acercarse a pedir fotos o algo por el estilo. De ser solo nosotros, disfrutando de una cena.

Me rindoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora