06| Cita (parte I)

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Los días siguientes a nuestra conversación, Santino y yo hablamos mucho por llamadas y eventualmente  por videollamada. No iba a mentir, en un principio habían sido incomodas. Parecía como si ninguno de los dos supiese de que hablar. Además de que tratábamos el asunto con una delicadeza extrema, sobre todo Santino. Como si tuviese miedo de cagarla.

Mi celular empezó a sonar. No tenía que mirar el remitente para saber que era él, por lo que atendí con velocidad. Casi pareciendo desesperada.

Menos mal que íbamos lentos y casuales.

—Estaba pensando...

—Bien, ¿y vos?— lo interrumpí con sarcasmo.

No estaba molesta. Todo lo contrario. Que hubiese dejado de decirme hola y preguntarme como estaba cada vez que llamaba era un alivio. Se sentía mucho más natural.

Soltó un bufido, uno tan exagerado que me hizo reír como una nena.

—Estaba pensando en invitarte a cenar uno de estos días. ¿Te sentirías cómoda con eso?

Estaba nervioso. Su voz lo delataba. Sin embargo, no podía criticarlo. No cuando las manos me empezaron a temblar y el corazón a palpitar velozmente. ¿Me había invitado a una cita? ¿O me estaba haciendo la cabeza?

—Sería como... como una... como si fuera...

Estaba divagando y tartamudeando como tonta. Me sentía tonta. Pero era un paso hacia delante. Uno muy, muy grande.  ¿Era muy pronto? ¿O estaba bien? Habíamos estado hablando todos los días... pero una cita era algo serio, ¿no?

Y de repente volvía a tener trece años.

—Como una cita— me frenó, con una seguridad que ninguno de los dos sentía— ¿Saldrías a una cita conmigo, Eugenia?

Respiré hondo, probablemente logrando que lo escuchase desde el otro lado de la línea.

—Y-yo... emmm... sí— pude decir finalmente— Sí. Tengamos una cita.

Yo si pude escuchar el suspiro de alivio suyo. Aquello logró relajarme, sacándome una sonrisa. No era la única que no sabía cómo manejar todo aquello. Era algo nuevo y extraño para los dos. Habíamos sido mejores amigos todas nuestras vidas y novios unos cuantos meses. Desconocidos nunca. Era...

Aterrador.

—¿Mañana es muy pronto?— había ilusión y ansiedad en su voz.

No pude evitarme reír a carcajadas.

—Mañana está bien.

Hubo un silencio cómodo, donde cada uno se perdió en sus pensamientos, simplemente escuchando la respiración del otro.

Como en las películas de terror.

—Entonces te veo mañana. Buenas noches, Euge.

—Buenas noches, San.

Corté la llamada, apoyando mi celular contra mi pecho. Una sonrisa en mi rostro.

*****

—Sos hermosa.

Sonreí como una estúpida, sintiendo mis mejillas sonrojarse. No había hecho la gran cosa. Me había puesto una blusa con encaje, una pollera engomada y unas botas altas. Arreglada, pero nada exagerado. Odiaba tener que admitirlo, pero había estado horas pensando qué carajo ponerme. 

—Vos estas muy lindo.

¿Muy lindo? La mierda que me parió.

Lo miré de reojo, notando como estaba haciendo un esfuerzo para no reírse ante aquello. Pero verlo a él divertido, logró hacerme reír a mí y él se unió. Casi suspiré aliviada, sintiendo como la mayoría de la tensión había desaparecido de la camioneta.

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