16| Tatuajes

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Alguien golpeó mi puerta repetidas veces. ¿Quién podía ser tan molesto? Me acerqué a la puerta con inseguridad. Hacía muy pocos minutos había vuelto a casa, después de haber ido al parque con mis amigos. Eran las diez y media de la noche, demasiado tarde para recibir visitas inesperadas.

Si fuera una película de terror esa situación era una mala señal.

Acerqué mi ojo a la mirilla, intentando no hacer ruido. Solté un suspiro de alivio cuando vi que era Santino, quien me había dejado en mi casa minutos atrás. ¿Me había olvidado algo? Abrí la puerta, haciéndome a un lado mecánicamente.

Santino entró embalado. No le perdí la mirada, cerrando la puerta con tranquilidad que no sentía. ¿Qué mierda le pasaba? Desde el momento en el laberinto no habíamos vuelto a hablar, al menos no individualmente. Nuestras interacciones habían sido grupales. Y cuando me había traído a mi casa solo habíamos escuchado música.

—¿Todo bien, San?                                 

No me respondió, siguió caminando de un lado a otro, revolviéndose el cabello con ambas manos. Lo conocía lo suficiente como para saber que no iba a frenar hasta encontrar las palabras que necesitaba. Caminé hasta el sillón, apoyando el culo en el respaldo.

No iba a mentir, estaba preocupada por él. Parecía estar a dos segundos de tener un ataque de pánico o un infarto. Alguna de las dos opciones. Pero también sabía que acercarme a él en ese momento probablemente no era lo mejor para sus nervios.

—¿Todo bien, Santi?— volví a repetir, después de unos minutos.

Frenó en seco, girándose para poder quedar de frente a mí.

—No, todo no está bien— estiró los brazos en el aire— Claramente.

Respiré hondo,  mordiéndome el interior de la mejilla.

—Bueno— intenté calmarnos a los dos— Hablémoslo.

Me examinó con la mirada, finalmente soltando un suspiro.

—¿Sos consciente de que casi nos... besamos en el laberinto?

¿Creía que era estúpida?

Quería contestarle sarcásticamente, pero no iba a mejorar la situación. De hecho era muy probable que le empeorase el humor drásticamente, por lo que asentí lentamente con la cabeza.

Pero como siempre, no me pude contener.

—Sí, estaba presente.

Bufó, rodando los ojos.

—No te hagas la viva.

Me llevé dos dedos al cuello, fingiendo que tomaba mi pulso.

—Estoy viva.

No pude evitar estallar en carcajadas, mientras él parecía querer estallar pero de frustración. En un abrir y cerrar de ojos estuvo frente a mí. Me abrió las piernas con rapidez, parándose entre ellas. Y sin darme tiempo a decir nada, me sujetó de la nuca y unió nuestros labios.

Chau neuronas.

El beso estaba lleno de pasión contenida. No tenía palabras para describirlo. Quizás podía usar dos; fuegos artificiales. Como en las películas. Solo que mucho mejor. Y por todo eso, me sentí extremadamente decepcionada cuando se separó para respirar, apoyando su frente contra la mía.

—No puedo seguir siendo solo tu mejor amigo. Me está matando poco a poco.

Éramos dos.

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