El tercer mes de embarazo no fue fácil.
El miedo a abortar naturalmente había sido fuerte. No solo para mí, también para Santi. Sobre todo cuando mis nauseas empeoraron tanto que había días en los que prefería no moverme del baño. Debido a ello había ido varias veces al hospital, donde me habían tratado para evitar una deshidratación.
Algo que, honestamente, prefería olvidar.
Para el cuarto mes me sentí perfectamente.
La doctora me había permitido volver a trabajar, teniendo ciertos cuidados con la exigencia física. Tampoco era algo muy difícil de obedecer, sobre todo cuando Jazmín me vigilaba como una mamá osa.
La mejor jefa del mundo.
Me desperté antojada. Muy antojada. Miré a Santi, quien dormía plácidamente. La realidad era que nadie podía dormirse horas enteras sin moverse. Nos habíamos acostado abrazados y habíamos terminado en puntos opuestos de la cama.
Me moví suavemente para poder levantarme de la cama. Aparentemente no fue tan suave como creí, porque apenas apoyé los pies en el piso escuché la voz grave y muy adormilada de Santi.
Muy sexy. Demasiado.
—¿Euge?
Miré sobre mi hombro, descubriendo que se había poyado sobre sus codos y me miraba. Bueno, miraba lo que podía entre muchos pestañeos. Probablemente le costaba acostumbrarse a la luz que entraba del baño. La había empezado a dejar prendida cuando se dio cuenta que mis náuseas no tenían horarios.
—Volve a dormir— dije, manteniendo mi tono de voz bajo.
—¿Volvieron las náuseas?— preguntó preocupado.
Me levanté de la cama, haciendo una mueca con los labios. San recorrió mi cuerpo desnudo lentamente, para después volver a mi rostro.
Casi dormido pero no boludo.
—No. Estoy antojada.
Él se rió, negando suavemente con la cabeza. Miró el reloj que había en su mesa de luz, descubriendo que eran las cuatro y media de la mañana.
Los antojos tampoco tenían horarios.
No dijo nada de la hora. Se levantó de la cama, dejando que fuese mi turno de admirar la vista. Caminó hasta la silla donde había dejado prolijamente doblada la ropa de la noche anterior. Se puso los calzoncillos y me tiró la remera. Me la puse con facilidad, soltando un suspiro de gusto al notar la suavidad de la tela.
—¿De qué?
Me mordí el labio inferior, con la boca aguada de tan solo pensar en comida.
—Panqueques con dulce de leche.
Comida de los dioses.
Se rió, asintiendo con la cabeza. Estiró su mano en mi dirección, entrelazando nuestros dedos mientras salíamos de la habitación. Su otra mano fue un momento a mi panza, acariciándola.
Frenó en seco.
—¿Qué pasa?— pregunté, asustada.
No me contestó. ¿Qué mierda le pasaba? Fruncí el ceño. Santino me soltó para poder prender la luz del pasillo. Agarró el borde de la remera, volviéndomela a sacar.
Bueno, no iba a decir que no tenía ganas.
—Te salió la pancita— susurró, mirándome con los ojos llenos de lágrimas.
¿De un día para el otro? Bajé la mirada a mi estómago, notando que tenía razón. No era nada llamativo, pero era real. No estaba tan plano, sino que lo tenía un poco más hinchado que cuando estaba indispuesta.
¡Dios mío! ¡Había una pancita!
—¿En normal? ¿De un día para el otro?
La doctora nos había dicho que todos los cuerpos eran distintos, por ende, no era sorprendente que no me hubiese salido la pancita antes. No pude pensar mucho más en todo eso. Santi me rodeó con sus brazos, apretándome suavemente contra su cuerpo.
—¿Cuántos panqueques queres? Te hago mil.
No pude evitar reírme, alejándome para poder empujarlo.
*****
Y en un chasquido de dedos se hizo el quinto mes.
Habíamos decidido mantenerlo oculto de los medios, pero se había hecho imposible. La panza ya era notoria. Al menos las fotos de mi prometido, familia y amigos posando con su mano en mi estómago tenían sentido.
Había empezado a notar el crecimiento de mis pechos. Bueno, Santino había sido el primero en notarlo. Y también, para extrema felicidad suya, había sentido el primer movimiento de nuestro bebé. Pero tampoco era muy sorprendente. Tenía su mano en mi panza casi constantemente.
Y me encantaba.
—¿Seguro que no tenes preferencias?
Santi se rió, pero asintió con la cabeza.
—Mientras sea un bebé sano...— se encogió de hombros.
La doctora sonrió, moviendo el transductor por mi estómago. Tanto Santi como yo giramos nuestras cabezas para poder ver la imagen. En cuanto vi a nuestro bebé se me llenaron los ojos de lágrimas.
Nadie me envidiaba las hormonas.
—¿Quieren saber el sexo?— nosotros contestamos que sí al unísono— Es una nena.
¡Una nena!
Nos señaló para mostrarnos como lo sabía. Estallé en lágrimas, Santino apretó mi mano y me dio varios besos en los labios.
—Ojala sea igual a vos— susurró.
Y yo quería que fuese igual a él.
*****
El sexto mes llegó... y bueno, nuevas experiencias. Empecé a sentir el peso en la espalda. Seguía bailando y dando clases, pero después me tomaba un descanso.
—¡Se está moviendo!— exclamó Juan entusiasmado.
No era la primera vez que sentía a la nena moverse.
Ni de cerca.
Los chicos se levantaron de sus asientos, empujando a Santino para poder apoyar sus manos en mi panza. Estallé en carcajadas, mientras que él bufaba indignado.
Tampoco era la primera vez que le hacían eso.
Podía estar indignado por el empujón, pero los dos estábamos encantados con las reacciones de los chicos sobre el embarazo. Estaban tan entusiasmados como nosotros.
O un quizás hasta un poco más.
Sabía que había distintas opiniones al respecto, pero no me molestaba que la gente que conocía y quería me tocase la panza. Me gustaba que quisiesen sentir esa conexión con nuestra hija.
—¿Ya pensaron en nombres?— preguntó Luana.
La beba dejó de moverse, logrando que los chicos volviesen a sus asientos. San se acomodó nuevamente junto a mí, dejando su mano distraídamente sobre mi panza.
—Todavía no— admitió él.
Otra cosa más para sumar a la lista de cosas por hacer.
—¿Tienen ideas?— agregué yo, viéndoles la cara de ilusión.
Cual perrito con juguete nuevo.
Todos los presentes sacaron sus celulares, buscando nombres y empezando a decir en voz alta los que les gustaban. Sonreí al verlos descartando o aprobando ciertos nombres. Intercambié una mirada con Santino. Me guiñó un ojo, también sonriendo.
![](https://img.wattpad.com/cover/270209273-288-k711459.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Me rindo
Romance❝Era tan hermoso que casi dolía verlo directamente a los ojos. Pero lo que dolía aún más era saber que era intocable. No por su belleza, no. Sino porque ese bombón era mi mejor amigo desde que tenía memoria.❞ Dos mejores amigos. Un amor escondido. ...