Dos días después de nuestro regreso de Nueva York, nuestro grupo de amigos había decidido hacer una salida a un parque de diversiones. No era que no nos gustase salir a bailar y tomar, pero romper la rutina era algo bueno.
Me bajé de la camioneta, cerrando la puerta y corriendo hacia los chicos. Ellos se rieron, preparándose para cuando los chocase. Intenté rodearlos a los tres con mis brazos, abrazándolos.
—¡Como los extrañe!
El viaje había sido excelente, pero después de cuatro años lejos de ellos... sentía que alejarme por unos días era el primer paso para que fuese para siempre.
Ridículo. Lo sé.
—Si lo decís así parece que la pasaste mal.
Rodé los ojos, separando de todos para poder golpear el brazo de Diego.
—La pasamos bien.
—Me imagino— comentó Leo, subiendo y bajando las cejas de manera sugestiva.
Ya quisiera...
Me sonrojé, girándome para ver a Santino. Se estaba acercando al grupo, pero todavía demasiado lejos como para haber escuchado. Ignoré el comentario, saludando a sus respectivas parejas. Santi se nos unió, y por suerte nadie insinuó nada similar a Leo. E incluso todos fingieron no haberlo escuchado anteriormente.
Aparentemente la piedad existía.
—Ya compramos las entradas— comentó Juan, mostrándonos las pulseras.
Tanto Santi como yo sacamos nuestras billeteras para pagar lo que nos correspondía. Nuestro grupo de amigos siempre había sido así. No teníamos problemas en pagar por el otro. Si podía devolverlo bien, y sino también.
—Nop— nos frenó Tamara, resaltando la "p"— Es un regalo de bienvenida.
Intercambié una mirada con Santi, comunicándonos en silencio. ¿Por qué nos estaban dando un regalo de bienvenida? Habían sido cinco días. Era casi ridículo.
—¿Por...
—A caballo regalado no se le miran los dientes— Fernando me interrumpió, sonrojándose levemente.
Volvimos a intercambiar una mirada. Hice una mueca con los labios, dándole a entender que prefería que él decidiese. Se encogió de hombros. Lo entendí.
Bueno, aceptación iba a ser.
—Gracias— dijimos al unísono.
—Che, es medio raro que hablen al mismo tiempo.
Mika logró que todos estalláramos en carcajadas. Juan nos tendió las pulseras, momento en el que noté que todos ellos ya las tenían puestas. Habíamos sido bastante impuntuales, para variar. Agarré ambas, ofreciéndole una a Santino. Ni siquiera tuvimos que hablar. Estiré mi muñeca, dejando que él me pusiera la pulsera del lugar. Una vez que terminó, hice lo mismo para él.
—Listos— dije, saltando emocionada.
Amaba los parques de diversiones y lo que involucraba; las montañas rusas, los laberintos de terror y la comida chatarra.
—Casi me olvidaba de que te portabas como una nena de cinco años— Diego me rodeó con uno de sus brazos.
—Soy la práctica para cuando tengan hijos— bromeé, agarrando la mano de Tamara.
Ella tuvo una reacción extraña, pero me sonrió abiertamente cuando empecé a balancear nuestras manos como si fuese una nena enserio. Me caía bien. Me gustaba que supiese sumarse a los chistes y no tomarse todo a mal. Era una buena mujer.
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Me rindo
Romance❝Era tan hermoso que casi dolía verlo directamente a los ojos. Pero lo que dolía aún más era saber que era intocable. No por su belleza, no. Sino porque ese bombón era mi mejor amigo desde que tenía memoria.❞ Dos mejores amigos. Un amor escondido. ...