03| Merecer

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—¡Paren, por favor!

Mi orden fue obedecida inmediatamente. Uno de mis alumnos se acercó al reproductor de música, pausando la canción. Llevé mis manos a mi rostro frotándolo mientras respiraba hondo en un intento de relajarme. No me gustaba enojarme cuando enseñaba. Nunca lo hacía. Pero ese día estaba llegando a mi límite, y lo peor era que probablemente no era culpa de ellos. Tenía otro tipo de frustración encima.

Puramente sexual.

Caminé hasta el frente del espacio, dándome la vuelta para poder mirar a la cara a mi grupo. Habíamos estado una hora y media practicando... y no lograban lo que quería. Por lo que sí, podía notar el cansancio general. Al punto de que la mayoría aprovechó para agarrar sus botellas de agua y sentarse.

Esa era mi clase favorita. Y sinceramente era la razón principal por la que había empezado a trabajar en ese lugar. Era una mezcla de distintos estilos musicales, que se concentraba en la comodidad con la sensualidad. Ser mayor de edad era el único requisito para entrar, porque nadie quería una demanda.

—No está funcionando— dije, ganándome un gruñido general. Levanté las manos, intentando calmarlos— No van a lograr hacer estar coreografía solamente siguiendo los pasos. Tienen que sentir el ritmo. Tienen que disfrutarlo. 

Necesitaba motivarlos.

Miré a mis cuarenta alumnos con rapidez, deteniéndome en Agustín. Él era... un conocido.

Sobre todo sin ropa.

En fin, era lindo y bueno bailando. Trabajaba en un showbar, donde se concentraban en el arte del baile sensual más que en el hecho de desnudarse. Era un lugar muy conocido y popular, al que muchas veces ayudaba con las coreografías. Cosa que pocas personas sabían, mis amigos quedaban excluidos de la lista. Si Santino supiese... ni siquiera sabía cómo se lo tomaría.

Levanté uno de mis dedos, indicándole que viniese al frente. No dudo en hacerlo, colocándose a mi lado. Respiré hondo, mirando a una de mis alumnas, la que estaba más cerca del sistema de música.

—Pone "Skin" de Rihanna.

Era una de las coreografías que había hecho para el showbar, por lo que Agustín sabía qué hacer. Nos colocamos frente al espejo, preparándonos para arrancar.

Miré mi aspecto brevemente. Tenía mi cabello rubio acastañado recogido en un moño que ya se había desarmado, por lo que lo solté. Con mi rostro no podía hacer mucho, estaba transpirada y tenía los labios hinchados de tanto morderlos por la ansiedad. Y la ropa... me saqué la remera, quedando en corpiño deportivo, calzas y mis botas con tacos.

Había mejorado tanto como podía.

Hice un gesto con la mano, indicando que ya estaba lista. La música empezó a sonar, y me dejé llevar. La coreografía apenas requería que nos rocemos. Y sin embargo, la falta de contacto no la hacía menos sensual. Era... erótico. 

Y antes de que lo notara, la música terminó. Di un paso hacia el lado, poniendo distancia con Agustín. Nos dimos la vuelta al mismo tiempo, mirando al grupo. Los aplausos fueron inmediatos, junto con los silbidos. Mi compañero de baile mi guiñó un ojo, para nada sorprendido.

—Necesito que hagan eso y...

Las palabras quedaron atoradas en mi garganta cuando vi que Santino estaba apoyado en el marco de la puerta, con los brazos cruzados y la expresión ensayada de póker. ¿Había visto el baile? ¿Se había enojado? ¿Y qué hacía ahí?

¡No! Tenía que dejar de soñar. Habían pasado varios días desde lo ocurrido en la fiesta, y Santino no había hecho comentario alguno al respecto. Claramente no le había afectado tanto como a mí. Él no sentía lo mismo que yo, y tenía que dejar de ilusionarme con todo eso.

Me rindoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora