18| Daddy

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(+18)

-Punto de vista de Santino-

No entendía una mierda del papel. Parecía un estudio de sangre, pero sinceramente eran demasiados términos médicos para que mi cerebro preocupado intentase siquiera comprenderlo.

Cada segundo que pasaba me preocupaba más. Estaba jugando con el anillo de compromiso, claramente nerviosa. ¿Pero por qué? ¿Qué le pasaba? Las cosas entre nosotros habían mejorado. Estábamos bien. Más que bien.

O al menos eso creía yo.

—Últimamente me estaba sintiendo mal. Fui al Hospital Santa Trinidad para fijarme que todo estuviese bien. Y bueno, no es que hay algo mal. En realidad no sé. Onda depende de cómo te lo tomes porque...

Estaba hablando rápido. ¿Cuánto tiempo era últimamente? ¿Por qué no me lo había dicho? ¿Por qué había preferido ir sola al doctor? ¿Y qué mierda dependía de cómo me lo tomara?

—Euge— la frené con tanta amabilidad como pude.

La amaba, pero me ponía más nervioso cuando empezaba a divagar en lugar de ir al punto. Aunque viendo como respiraba hondo y me miraba a los ojos, quise que siguiese divagando.

Que no fuese nada grave. Que no fuese nada grave. Que no fuese nada grave.

—Eso— señaló el papel que tenía en una de mis manos— Significa que estoy embarazada.

¿Embarazada... como de un bebé? ¿Embarazada como con una vida que habíamos creado juntos?

No, como en elefante.

El papel se me cayó de las manos. Probablemente había dejado de respirar. Y de pestañear. El mundo había dejado de girar. Lo único que pude hacer fue clavar mi mirada en su estómago plano donde había una vida.

Un bebé.

¡ÍBAMOS A TENER UN BEBÉ!

Finalmente volví a sentir el aire entrar en mis pulmones. Sonreí de oreja a oreja, abrazándola. La levanté haciendo la mayoría del esfuerzo con mi brazo bueno, dando vueltas en el lugar. Los dos estallamos en carcajadas y también pude sentir como mis ojos se llenaban de lágrimas de felicidad.

La dejé en el piso, dando un paso hacia atrás para poder mirarla. En cuanto me vio a los ojos empezó a llorar. ¿No estaba contenta? ¿No lo quería? Por mucho que me hacía ilusión tener un hijo o hija con ella, no era mi decisión.

Era su cuerpo.

—Son las hormonas— aclaró, relajándome instantáneamente.

Iba a empezar a culpar a las hormonas por todo. Lo sabía de antemano.

Me chupaban tres huevos y medio.

Quería ver como la panza le crecía. Quería verla con los antojos. Quería verla con los cambios de humor. Quería verla con nuestro bebé en brazos. Quería vivirlo todo a su lado.

—¡Vamos a tener un bebé!— uní nuestros labios, dándole pequeños besos repetidas veces— No lo puedo creer. Te adoro, Eugenia.

Ella se separó, sonriéndome. Levantó su mano y la apoyó en mi mejilla con suavidad, acariciándome.

—Y yo a vos.

Y no pude contenerme.

—Ahora si vas a poder llamarme Daddy.

Apretó los labios, intentando parecer ofendida, pero a los dos segundos empezó a reírse abiertamente.

—Sos un tarado— dijo entre risas, empujándome un poco.

Me rindoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora