-Seis meses después-
—¿A dónde estamos yendo?
Santino estaba atrás mío, tapándome los ojos con las manos a pesar de que tenía puesta una venda. Confiaba plenamente en él, sabiendo que no iba a dejar que me lastimase o cayese. Pero caminar a ciegas no era una de mis actividades favoritas.
Había otras cosas que prefería hacer con él con los ojos tapados...
—Sos la persona más impaciente que conozco.
No había irritación en su voz. Todo lo contrario, parecía hasta divertido de mis quejidos infantiles.
—Y sin embargo me amas.
Se rió, logrando que sintiera calidez, que no estaba para nada relacionada con el clima. Era él. Lo que me hacía sentir cada vez que lo tenía cerca. Y lo tenía cerca siempre, teniendo en cuenta que nos habíamos mudado juntos. Dos meses después y todavía me resultaba irreal decir que habíamos comprado una casa juntos.
Muy adulto de nuestra parte.
Era una casa de un solo piso, de tres habitaciones y un patio decente. Nada exagerado, pero en un barrio cerrado. Esa había sido la única condición de Santi, porque no quería tener que lidiar con la prensa cada vez que salía de la casa. Algo que cada vez pasaba más seguido por las marcas para las que posaba.
Unos cuantos pasos después, frenó. No tenía la menor idea de dónde estábamos. Había dado muchísimas vueltas con la camioneta y después me había vendado los ojos. Lo único que sabía era que estábamos al aire libre, pisando pasto.
¿No sería mucha información, Sherlock?
—¿Terminaste de hablar con vos misma?
Sentí mis mejillas sonrojarse.
—No, recién estaba llegando a la parte interesante.
Santino estalló en carcajadas, sacando finalmente sus manos de mi rostro. Sentí como desanudó la venda, aun riéndose. Parpadeé varias veces, para después prestar atención a mi alrededor. Enfrente nuestro había un árbol que me era muy conocido. Era el que solíamos treparnos como monos cuando éramos chiquitos. Donde habíamos hecho una promesa muy importante para los dos.
A unos metros de distancia había una mesa con dos sillas, una canasta, velas y un camino de pétalos de rosa. Camino sobre el que estábamos parados.
¿Qué era todo eso?
Estaba dispuesta a preguntar, cuando Santino caminó hasta quedar frente a mí. Me sujetó las manos, logrando que mi confusión empeorase.
—Hace muchos años en este lugar hicimos una promesa. Vos prometiste que todo lo más bueno y divertido lo ibas a vivir conmigo. Y yo prometí que siempre iba a hacerte feliz— tragó saliva, respirando hondo— Hoy quiero hacerte otra promesa. Hoy voy a prometer amarte y estar con vos por el resto de mi vida.
Eso realmente estaba pasando.
Mis ojos se llenaron de lágrimas. Y mi corazón se aceleró furiosamente mientras que Santino se arrodillaba frente a mí, soltando mi mano derecha para poder sacar una pequeña caja de terciopelo de su bolsillo.
¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Dios mío!
—A los nueve años me di cuenta que te amaba. A los dieciocho años me di cuenta que no iba a haber ninguna otra mujer para mí. A los veintiuno me di cuenta que tu felicidad era más importante para mí que la mía. Y a los veinticinco me doy cuenta que quiero pasar el resto de mi vida con vos. Que quiero que los días buenos y malos, las aventuras, los hijos y el envejecer sean juntos.
A ese punto ya estaba llorando como un bebé. Santino no dejó de hablar, pero me acarició la mano en un intento de ayudarme a controlar mi llanto, a pesar de que sus propios ojos estaban llenos de lágrimas sin derramar.
»Así que, Eugenia Luna Sánchez, ¿me harías el honor de casarte conmigo y permitirme cumplir mis promesas?— preguntó, abriendo la caja y mostrándome el anillo.
¿Posta necesitaba hacer la pregunta?
¿No era obvia mi respuesta?
Empecé a saltar en el lugar, asintiendo con la cabeza.
—¡Sí! ¡Sí! ¡Obvio que sí!
Estalló en carcajadas, sacando el anillo y colocándolo en mi mano temblorosa. Dejó caer la cajita, parándose y rodeándome con sus brazos para poder levantarme en el aire. Unió nuestros labios, dándonos vueltas en el lugar.
¡Nos íbamos a casar!
Nada nunca me pareció tan correcto como eso, porque sabía que él era la persona que iba a estar en los buenos y malos momentos, la persona que siempre me iba a empujar hacia mis sueños, la persona que me iba a apoyar y alentar, y la persona que me iba a amar por el resto de su vida. No tenía ninguna duda.
Sabía que las relaciones no eran fáciles. La nuestra no iba a ser la excepción. De hecho, ya habíamos pasado por momentos complicados. Pero estaba dispuesta a seguir con él. Seguir atravesando esos momentos. Seguir amándolo con todas y cada una de las partes de mí.
Sabía que no había nadie para mí como él.
Era mi alma gemela.
Era él.
Siempre había sido él.
Y estaba dispuesta a demostrarlo por el resto de mi vida.
*****
Lo prometido era deuda.
O algo así.
Habíamos decidido hacer el viaje a El Nido en las Filipinas para celebrar nuestro compromiso. De entrada podía admitir que había bastante más turismo del que cualquiera de los dos hubiésemos preferido. Mucha gente implicaba que mi prometido fuese reconocido más rápido y tener que estar rodeados de gente.
Para mi disgusto por ser asocial.
En fin, El Nido era un pueblo pequeño que con el tiempo se había empezado a dedicar únicamente al turismo. El centro era alrededor de cuatro cuadras, llenas de hoteles, restaurants y tiendas. Nosotros habíamos decidido quedarnos a unos quince minutos caminando del centro.
Básicamente había cinco tours, de los cuales habíamos hecho... todos. Cuatro se dedicaban a hacer lo que se le decía island hopping. Eran tours en barco que significaban ir de isla en isla. Y el quinto era una fiesta en un barco. Te llevaban a lugares para conocer y podías beber alcohol en el proceso. Descubrimos que para ninguno de los dos alcohol en un barco era buena combinación.
Nos habíamos tomado quince días para estar en playas paradisiacas, disfrutando únicamente de la compañía del otro. Habíamos sacado lo que se sentía como millones de fotos. Fotos graciosas, fotos posando y fotos que nunca nadie iba a ver además de nosotros dos.
Habíamos celebrado que íbamos a pasar el resto de nuestras vidas juntos.
Definitivamente eso era motivo de celebración.

ESTÁS LEYENDO
Me rindo
Romance❝Era tan hermoso que casi dolía verlo directamente a los ojos. Pero lo que dolía aún más era saber que era intocable. No por su belleza, no. Sino porque ese bombón era mi mejor amigo desde que tenía memoria.❞ Dos mejores amigos. Un amor escondido. ...