》CAPÍTULO 2《

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Llegamos veinte minutos tarde porque Rogelio condujo como una abuela. Según él, no quería morir. Dejar a sus amantes y al mundo solo. Ridículo, lo sé, recibimos, bueno, yo recibí una hablada de más de una hora y al bonito simplemente se le indicó que no lo vuelva a hacer.

Llegué a mi puesto de trabajo para recibir otra queja y sermón del jefe supremo sin esperar que le dé una explicación.

Para que después me exigiera que le lleve un café, las carpetas de los pagos, gastos, perdidas y sugerencias de los clientes de los cuales recorrí todo el edificio para conseguirlos, pero no, lo peor no fue eso, sino que las quería antes de las diez de la mañana. Así que me la pasé corriendo el edificio con tacos, de los cuales me caí dos veces y para rematar, como castigo por cometer una "gravísima falta" según el jefe, tendría que quedarme una hora más de la que ya acostumbro hacer para no recibir un pago por ella.

Definitivamente que "divino jefe que tengo".

Mientras me orientaba a mi escritorio, inmediatamente sonó el teléfono, por lo cual tuve que correr, otra vez. Casi, pero casi me caigo de nuevo.

¿Es en serio?

Que sea mujer no significa que ame los tacos, son muy estorbosos y dolorosos para mis pies. Definitivamente, yo no nací para utilizar estas cosas.

—Buenos días, habla a la oficina de presidencia, ¿cómo puedo ayudarle hoy?

Tráigame los papeles de los nuevos proyectos. Inmediatamente.

—Si me per... —Genial, me colgó sin escuchar mi respuesta. Esta es la principal razón por lo que la gente habla mal de él cuando no está.

—Disculpa... —Una voz interrumpió mis insultos mentales.

Cuando alcé la mirada me encontré con una mujer extravagante y bella. Sacada de una revista de modelaje, que estoy segura de que es modelo.

—Buenos días, señorita, ¿en qué puedo ayudarle?

—Busco a mí «prometido», el señor Alessandro. —Sé nota que hizo énfasis en la palabra prometido.

—Tiene usted una cita prevista para poderle anunciar con el señor.

—No necesito eso, soy su prometida. Dígale que yo estoy aquí.

—Disculpe, señorita...

—Linda. Mi nombre es Linda, que no se te olvide secretaria. —¡Genial! Tenía que toparme con este tipo de personas.

—Señorita Linda, si usted no tiene cita no puedo permitir que usted ingrese... ¡ESPERE! —grité porque la señorita se fue corriendo a la oficina de mi jefe.

Hoy me matan, odia que ingresen a su oficina sin antes anunciarles o peor aún sin una cita prevista. Tuve que correr otra vez, para poderla detener, pero fue tarde, ya que había llegado.

Ya estoy jodida.

—Disculpe, señor Alessandro, la...

—No necesito que me dé excusas de no hacer correctamente su trabajo. —Me interrumpió groseramente.

—Pero señor, la señorita...

—Silencio, retírese si no quiere que la despida.

—Ya escuchaste a mi prometido. —Son unos idiotas, en especial esa señorita Linda que está sentada en las piernas de mi jefe, sonriéndome.

—Disculpe, señor, no volverá a ocurrir. —Tuve que tragarme unos cuantos insultos a ese par, para dirigirme a la salida.

—No quiero que nadie me interrumpa en la próxima hora y usted puede retirarse a su hora de descanso —sentenció mi jefe cuando estaba a punto de cerrar la puerta.

Soy la esposa de mi jefe ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora