Una semana después...
Habíamos entrado en los primeros días de septiembre con un gran verano.
Esta semana vivida me encontré con muchas emociones juntas, inexplicable, todo lo que mi mente y corazón había tenido que afrontar en muy poco tiempo.
Nuestro itinerario era Egipto, Turquía, Italia y por último Francia para conocer el país natal de mi esposo.
Una semana para cada país, así que le dedicaríamos todo el mes para vacacionar y volver a casa.
Hasta el momento Egipto había sido maravilloso. Conocimos gran parte de su cultura, monumentos y atracciones que tiene este país.
Pirámides, el Río Nilo, mezquitas, museos llenos de antigüedades sobre los faraones y dioses; templos, entre otros lugares que fueron impresionantes de presenciar.
A pesar de que su clima es muy seco, las atracciones turísticas dejan de lado ese defecto.
-Papi, ¿puedo montar un camello? -inquirió Ethan observando con intriga al animal que se encontraba a unos cuantos metros.
-¿Seguro que quieres hacerlo?
-Síp.
Lo llevó como nuestro hijo se lo pidió. Alessandro habló con el dueño del animal y con una sonrisa el señor asintió mirando a Ethan.
Unos segundos después, Alessandro no tardó en subir a mi pequeño sobre la fiera.
Su carita era la expresiva cara de felicidad. Su melena se movía al paso lento del camello, su manito me saludaba con emoción, haciendo la bellísima imagen ante mis ojos. Todo eso sin contar que la compañía de mi esposo a su lado le otorgaba más divinidad.
Unas horas después volvimos al hotel en el que nos hospedábamos para cambiarnos porque Alessandro nos informó que nos tenía una sorpresa para despedir este maravilloso país.
Me coloqué un vestido suelto al cuerpo, pero con pequeños diamantes debajo de mis pechos que lo hacían delicado. Ethan y mi esposo se vistieron con un pantalón de jeans negros, camisetas blancas y sacos. La única diferencia que tenían eran los colores de ambos sacos. El de Ethan era ocre y el de Alessandro azul Francia.
-¿Falta mucho? -volvió a preguntar mi pequeño por tercera vez.
Llevábamos veinte minutos en el camino arenoso.
-Ethan, deja de ser impaciente. Falta poco.
-Eso lo dijiste diez minutos atrás -remarqué algo hastiada por la espera.
-Son fastidiosos cuando se lo proponen -comentó con un suspiro. Mi pequeñín y yo nos miramos sonriendo.
Luego de cinco minutos fue que llegamos a una cabaña con toques rurales y al frente de esta todo el mar a nuestra vista.
Un señor nos esperaba en la puerta mientras nos acercábamos. Intercambiaron unas cuantas palabras con Alessandro y ahí sí pudimos inaugurar el pequeño alojamiento. Se equipaba con dos habitaciones, cada una, enfrentadas, la sala estaba enfrente de la cocina-comedor y el baño al final del pasillo.
Detrás de la residencia se encontraba una mesa con velas y las típicas comidas del lugar.
-¿Les gustó la sorpresa?
-Mucho, papi.
-Claro que sí. La vista es hermosa -halagué mirando esta.
-Me alegra saber que valió la pena la espera.
-Obvio.
Unos meseros comenzaron a servirnos la comida luego de la señal de Alessandro.
Les agradecí y comencé a devorar lo que se encontraba en mi plato. Obviamente, no sabía de se trataba, pero no pregunte, ya que me conformaba que era comible.
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Soy la esposa de mi jefe ©
RomancePaula ve una escena nada agradable de su mejor amigo teniendo sexo con la novia de su jefe, en la oficina del último piso y para no meterse en problemas, se hace de la vista gorda dirigiéndose a su escritorio para retirar su celular, en su transcurs...